21 abr 2011 |

Los Enemigos de la Cruz


Filipenses 3:17 Hermanos, sed imitadores de mí, y mirad a los que así se conducen según el ejemplo que tenéis en nosotros. 18 Porque por ahí andan muchos, de los cuales os dije muchas veces, y aun ahora lo digo llorando, que son enemigos de la cruz de Cristo; 19 el fin de los cuales será perdición, cuyo dios es el vientre, y cuya gloria es su vergüenza; que sólo piensan en lo terrenal. 20 Mas nuestra ciudadanía está en los cielos, de donde también esperamos al Salvador, al Señor Jesucristo;

Hace un tiempo atrás, compartí sobre la cruz, sobre el motivo por el cual fue creada y de que cuando Jesús se refiere a ella, lo hace en un sentido prácticamente literal, el murió en ella y todos quienes pretendan seguirlo, tendrán que de alguna forma, morir también en ella, ya sea en un sentido retorico, negándose a los deseos carnales y crucificándolos diariamente, o como la iglesia primera muriendo literalmente sobre ella por causa de no negar su fe en Cristo Jesús.

Para algunos la cruz, es solo aquella cosa que está en el fondo de la catedral católica, justo detrás del párroco, o lo que adorna la superficie más alta de su iglesia, para otros debe estar semi caída, ya que con ello demuestra que la cruz no detuvo la vida de Cristo y para otros es aquel infaltable amuleto colgado en el cuello, que cada vez que se necesita un poco de buena suerte, viene hacer el receptáculo de incontables besos. 


Pero, a pesar de que cada una de estas tradiciones respectos de la cruz tiene su peso y trascendencia, la cruz no es un símbolo religioso (al menos no solamente), sino más bien, para Cristo, a quien cada semana santa el mundo conmemora su muerte sobre ella, es un elemento crucial y fundamental para vivir la verdadera vida cristiana.


Es que la cruz no viene a solo moldear un par de conductas morales en el hombre, la cruz no es un simple margen que determina lo que religiosamente es bueno o malo, la cruz no es algo que te hace más recto socialmente (solamente) ni que corrige tu actitud frente a la sociedad, la cruz puede hacer eso, pero la cruz hace mucho más que eso.         Cristo no se rasguño las manos en la cruz, él se las horado con clavos, él no se paso a llevar sus hermosos pies con la madera, él se clavó los pies en la cruz, él no se hizo una pequeña herida en su costado mientras yacía colgado, el fue traspasado con una lanza mientras colgaba casi muerto en la cruz.

TE DAS CUENTA que la cruz no es un simple elemento religioso, sino más bien un elemento de muerte, de cambios y a su vez DE VIDA aunque suene contrariado, alguno se preguntará ahora ¿pero como, si acabas de decir que la cruz es un instrumento de muerte? Pues claro que la cruz mata y debe hacerlo, sino, entonces no cumple su verdadera función, pero el milagro de Cristo es que él, con su muerte nos dio vida, y no solamente a nosotros, se la dio a asimismo, resucitando al tercer día.                            El castigó al pecado en la cruz y trajo derrota al imperio de este mismo (del pecado) y derrotó a la muerte con la cruz, de la misma manera, quienes buscamos perder nuestra vida por seguir a Cristo, somos quienes decidimos crucificarnos a diario (Lucas 9:23) y con ello encontramos la verdadera vida, Lucas 9:24 dice: Porque todo el que quiera salvar su vida, la perderá; y todo el que pierda su vida por causa de mí, éste la salvará.                                                Pues la única manera de seguir a Cristo es auto crucificándose, es perder la vida propia, los sueños, los anhelos, los deseos personales, los proyectos de vida y todo lo que tenemos en nosotros mismos, cada partícula de nuestro ser, si realmente deseamos vivir, debemos perdernos por causa de él en la cruz, y solo luego de eso, obtendremos la verdadera vida de Cristo.

Alguno me dirá ¡¡Pero bueno, yo no quiero tener la vida de Cristo, sino vivir mi propia vida!! Pues es una lastima, pero quien no tiene a Cristo, no tiene la vida (1° Juan 5:12), y la única manera de tener a Cristo, es tomando tu cruz diariamente y siguiéndolo, de lo contrario hoy tienes nombre como de que vives, pero estas muerto (Apocalipsis 3:1)


Como ya te abras dado cuenta, es imposible seguir a Cristo sin morir, tan es imposible como seguirlo sin que él te resucite en su poder, y pases de la vida vieja y perecible, a la nueva e imperecedera.

Lo lastimoso del cristianismo de hoy, es que el concepto de la cruz de Cristo, está tan trastocado que la cruz se ha vuelto solo una imagen, un símbolo colgado en la pared, un trozo de madera al fondo de la iglesia que tiene la imagen de yeso de un sufriente hombre lleno de llagas sobre ella, sin embargo, el concepto real, verdadero y fundamental de la cruz, ya no se predica en las mismas iglesias donde la cruz es un adorno, es que eso se ha vuelto hoy la cruz para nosotros, un simple adorno, un elemento decorativo en el fondo del templo, un lugar donde puedes prender velas para hacer alguna (a veces egoísta) petición.  


La cruz ya no sale desde los pulpitos hacia el corazón de los “creyentes”, la hemos limitado a una simple figura sin mayor sentido e inentendible, a algo del pasado que solo muestra el dolor que Cristo padeció por nosotros, dejando completamente de lado, que él mismo nos llama a vivir su vida pasando por la cruz día a día.


Tengo que decir esto, y aunque quizás a alguno le ofenda, es la verdad y la verdad es la única manera que podemos ser libres.         Si alguien pretende seguir a Jesucristo para ser salvo, debe tener presente que tiene morir, no que debe ser moral simplemente, no que debe no mentir, no robar, no fornicar ni ver pornografía nada más, sino que junto a eso, debe definitivamente fallecer al Yo y a todos los deseos que ese Yo tenga, tal y como Jesús siendo en forma de Dios, no estimo su deidad como cosa a que aferrarse, sino que se humilló y se limitó a ser en forma de siervo, obediente hasta la muerte, y no cualquier muerte, sino hasta la muerte de CRUZ. (Filipenses 2:8).


¿Quieres ser cristiano? Pues debes morir, seguramente tú eres un “creyente” muy moral, no bebes, no fumas, no dices groserías, no eres una mala persona y seguramente das beneficencia a los necesitados, mas la pregunta que cabe hacerse ¿mueres al mal que radica en tu corazón? ¿Te niegas pensar inmundicia por que eso le molesta a Dios simplemente o te molesta a ti pensarla? Una cosa es abstenerse del mal por que Dios lo demanda y otra muy distinta es dejar el mal por que odio el mal, eso se llama tener la naturaleza divina en ti, y si has nacido de nuevo, si el Espíritu Santo vive verdaderamente en ti, tu deseas el bien, deseas a Dios, y aborreces el mal y odias profundamente el pecado, principalmente el que aún radica en tu naturaleza caída, pues bien, solo el que decide por naturaleza aborrecer el pecado, es el que tiene la capacidad espiritual de crucificar los deseos carnales y las bajas pasiones, y no me refiero solamente a la fornicación y al adulterio, me refiero a la mentira, al egoísmo, al afán, a la codicia, a la envidia y a cualquiera de las expresiones que provienen de la obras de la carne.


Te pregunto por ejemplo ¿piensas en lo celestial? Es decir ¿tu prioridad es poder llegar a ser como Cristo? ¿Anhelas ser un creyente como el Apóstol Pablo, Tito o Apolo? ¿Buscas dirección para guiar a tu familia como esposo (a), para empezar un negocio o para decidir que carrera estudiar, en la palabra de Dios o te basas en tu propia opinión para tomar decisiones? ¿Anhelas tener un plasma o un LCD? ¿Quieres cambiar de barrio por que eso te hace subir de estatus social? Pues, fíjate que en ninguna de estas preguntas la respuesta negativa nos lleva a ser un pecador empedernido (necesariamente), sino simplemente nos lleva (si es que las respuestas son negativas) a darnos cuenta que podemos estar diciendo TENER AL ESPÍRITU DE DIOS, pero sin embargo solo pensar EN LO TERRENAL, eso es tener nombre de vivo, y sin embargo estar muerto.


Independientemente que tú creas o no en el rapto pre tribulación, si hoy no vives pensando en lo celestial, te quedarías, ya sea antes de la tribulación, en medio de ella o en su final ¿por qué? Pues por que no lo esperas, no lo anhelas, no deseas el cielo como un lugar donde está Dios, sino simplemente como un lugar donde no serás atormentado.              Si mi mente piensa solo en lo terrenal quiere decir entonces que mi corazón está aquí, en la tierra, y lo más posible es que cuando ocurra el arrebatamiento, yo me quede aquí, por que si vivo pensando en lo terrenal por sobre lo celestial, lo más posible es que el Espíritu Santo no viva en mí, y cuando Cristo vuelva para tomarse asimismo (Juan 14:3) no podrá tomarse en mí, por que no lo tendré en mí ¿pero por que no lo tendré en mí? Pues por que no hay forma de tener a Cristo, sin la cruz.

Todo esto es consecuencia de que hoy para los cristianos contemporáneos, la cruz es cosa del pasado, los ministros de hoy se dedican a decirte que ya está todo bien, que Cristo pago por todo, por lo tanto, tu solo debes sentarte a recibir tu bendición, que tu eres un “hijo del Rey” y por ende, debes vivir como tal, usando rolex, manejando un BMW, comiendo en los mejores restoranes, vistiendo armaní o oliendo y a Calvin Klein, perdón pero ¿Pedro, Pablo, Juan, Jacobo y el resto de los apóstoles vivieron así? Si fuera así, que quizá decir el Apóstol Pablo con lo siguiente: Sé vivir humildemente, y sé tener abundancia; en todo y por todo estoy enseñado, así para estar saciado como para tener hambre, así para tener abundancia como para padecer necesidad (Filipenses 4:12 Pues él está afirmando que no importa la circunstancia en que se encuentre, mientras él este con Cristo, el sabe que debe llevar su cruz, y sabe que quizás puede pasar hambre, pero esa hambre o lo llevará a la muerte para estar con Cristo o le dará vida en Cristo, matando su carne llevándola a la cruz.


Hoy se predica que si tu eres cristiano, puedes vivir como quieras, total Cristo pago por tu pecado y su gracia te cubre, pero Jesús no dijo eso, sino que todo aquel que hace pecado, esclavo es del pecado (Juan 8:34) y el Apóstol Pablo corrobora estas palabras diciendo ¿Pecaremos, porque no estamos bajo la ley, sino bajo la gracia? En ninguna manera. ¿No sabéis que si os sometéis a alguien como esclavos para obedecerle, sois esclavos de aquel a quien obedecéis, sea del pecado para muerte, o sea de la obediencia para justicia? (Romanos 6:15-16).


Entonces ¿Por qué hoy no se predica que el pecado es un peligro para la vida espiritual, y no la gracia un permiso para practicar el pecado? Pues por hoy andan por ahí muchos que no son otra cosa que ENEMIGOS DE LA CRUZ, cuyo Dios no es Cristo, sino sus propios vientres, es decir, su propia conveniencia, su avaricia y su deseo desmedido de poder y autoridad, ellos solo piensan en lo terrenal, en lo carnal, predican sobre el dinero, sobre la “sola” bendición de Dios sin disciplina, hablan palabras infladas y mienten a la gente diciendo que si vuelven cristianos la vida se les volverá color de rosa, mas todos ellos son obreros fraudulentos, mentirosos hijos del diablo, que tienen el corazón lleno de mentira y de sus labios les destila el engaño, sus ojos codician todo lo terrenal y desechan con sus actitudes, el deseo de alcanzar la vida eterna, a través del negarse asimismo y tomar su cruz diariamente.


¿Es que como podrían ellos tomar una cruz, si en esa cruz se deben clavar todos aquellos deseos que ellos mismos predican? Estos enemigos de la verdad que convencen a la gente de su “estabilidad espiritual” con sus voladeros de luces, solo predican de que TU PUEDES SER EXITOSO en todos tus negocios, en que TU debes llegar alto por que eres un hijo del Rey, en que TU debes ser muy adinerado y vivir bien por que Dios te bendice, y que TUS sueños, todos y cada uno de ellos se harán completamente reales en Cristo… que basura más mentirosa, solo díganme una cosa ¿Cuándo Jesús dijo que su propósito era cumplir todos tus sueños? No existe ni un solo versículo en la escritura en que podamos corroborar esa mentira, sin perjuicio que, Cristo bendice, prospera y a veces, cuando tus sueños coinciden con los de él, él puede hacerlos realidad, pero, todo esto, en el contexto de que tu y yo debemos crucificarnos en su cruz, no para llenarnos de gozo (aunque ciertamente el crucificarte aunque en un principio produce dolor, al final su fruto es gozo) sino para morir.            

Es que si el mismo Hijo de Dios se despojó de su todo para venir a ser crucificado ¿Qué nos hace merecedores de algo menor a quienes somos salvos por él? Él mismo lo dijo, Porque si en el árbol verde hacen estas cosas, ¿en el seco, qué no se hará? (Lucas 23:31)            


Hoy día nos dicen estos predicadores de la prosperidad, cuyas tribunas son los canales de tv. evangélicos internacionales, que no hay que hacer absolutamente nada más que PACTAR, para obtener la bendición del Señor, sin embargo, la escritura nos dice que no importa cuanto yo quiera o pueda pactar con él, mientras no tome mi cruz, no lo podré seguir, y si no lo sigo no seré su discípulo, y si no tengo la entereza de crucificarme cada día con el fin de ser su discípulo, pues podré vivir bien todos mis años en esta tierra, pero cuando muera y vaya al trono de Dios para ser juzgado, mi sentencia ya estará redactada y firmada para cumplir eternamente mi condena en el lago de fuego.


Sin Cruz, no hay vida, por que en Cristo la vida no puede proceder sino a través de la muerte, y no cualquier muerte, sino de la muerte de la vieja naturaleza en la cruz, dando así lugar a la nueva que es conforme a la imagen del Hijo de Dios.


Cuidado estimado hermano con lo que escuchas, discierne, por qué no todos los espíritus son de Dios (1° Juan 4:1), así como no todos los predicadores son voceros de la verdad, es más, muchos hoy se visten como ministros de luz, y te engañan con su falsa luz, pero solo toma un poco de tiempo pasarlos por la lumbrera de la palabra de Dios, para darte cuenta que ellos son pozos sin agua, nubes vacías, que aparentan la piedad, pero niegan su eficacia ¡¡Cuidado, con estos enemigos de la cruz!! Hoy puedes estar siendo pastoreado hacia el infierno, en vez de estar siendo guiado al cielo, y la diferencia solo la puede hacer LA CRUZ.


Dios te bendiga,

Profeta de Dios.
20 abr 2011 |

Los que temen a su nombre



Salmos 103:13-14 Como el padre se compadece de los hijos, Se compadece Jehová de los que le temen. 14 Porque él conoce nuestra condición; Se acuerda de que somos polvo.

Siempre he sido una persona muy critica, y no solamente al ver los defectos o las falencias de los demás, sino principalmente conmigo mismo, no soporto las imperfecciones en mi, y no lo digo como si no las tuviera, por que créanme estimados hermanos, aún queda mucho en mí que tiene que morir.
Está forma o manera de mirar la vida, tan critica e inconformista, proviene quizás de mi temperamento melancólico y perfeccionista, o quizás de mi crianza y la búsqueda de la aprobación paternal, pues, sea como sea, es parte del carácter intrínseco de mi ser, y en el caminar de la vida cristiana, me he percatado que no soy el único “bicho raro” que piensa constantemente en buscar ser perfecto, llegar a la hora exacta, tener el tiempo preciso, invertir de la manera más inteligente, dormir solo lo suficiente sin pasarme de las ocho horas, e incluso estimar el dormir como una perdida de tiempo y no como una forma de recuperar fuerzas para seguir trabajando, en fin, al parecer no soy el único que busca la perfección, aún sabiendo, que dentro de la naturaleza humana caída, jamás será posible que podamos ser completamente perfectos, pero a veces es tanto el deseo por lograr hacer todo de la manera más correcta, moral y justa posible, que nosotros mismos nos olvidamos que somos carne.
Este sentir de buscar la perfección, muchas veces se ve empobrecido con mi caminar cristiano, y es que he tenido que aprender en medio de lagrimas de frustración que no podré vivir la vida cristiana sin equivocarme jamás, sin tener dentro de mi un mounstro que quiere a como de lugar tomar las riendas de mi vida y llevarme por los senderos de las más bajas pasiones del ser humano.      Es el pecado que radica en mi el que me frustra, es el deseo de hacer lo incorrecto ante los ojos de Dios, lo que más duele al corazón que ama a Dios, muchas veces ni tu ni yo vamos a pecar, muchas veces ni siquiera estaremos al borde la tentación para caer, pero el solo hecho de saber que dentro de los pensamientos de tu diario vivir, se deslumbró un crimen contra la ley de Dios, o el solo sentir en tu carne el deseo de pecar deliberadamente para satisfacer una pasión desordenada, frustra el corazón del que ama a Dios, lo quebranta, lo entristece.               Es que como no sentir pena por querer hacer lo malo, quizás no en el corazón pero si en la carne, cuando sabemos que el precio de la libertad de nuestras propias pasiones fue la sangre de un precioso e inocente carpintero, hay que ser un canalla, un indolente, un no nacido de nuevo para no dolerte de tan solo pensar en ser falto ante aquel que pago tan alto precio por tu crimen, y más encima, con el mismo crimen que ya fue pagado con sangre por tu libertador.

Soy imperfecto, siempre lo seré mientras viva en está tierra, y lo seré junto a millones y millones de seres humanos, me decepcionare y yo mismo alguna vez decepcionare a alguien, por que tengo en mi la marca de la caída, la imperfección de un producto no terminado, la falencia de un proyecto que pudo ser grande e imperecedero, pero que sin embargo, por la desobediencia se estropeo asimismo y se auto condenó al fracaso y a la muerte eterna.       Somos así, y no hay nada que el hombre pueda hacer al respecto por si mismo, pero, como diría el apóstol Pablo “Mas gracias sean dadas a Dios, que nos da la victoria por medio de nuestro Señor Jesucristo” (1° Corintios 15:57) es que sin Cristo es imposible pensar solo en ser libres de la imperfección que produce el pecado, sin su sangre jamás podríamos haber sido libres de la maldad que vive en nosotros, sin él y su sacrificio, el ser perfectos para llegar al cielo solo sería una sueño frustrado más entre tantos otros, en él queda saldada nuestra deuda, en él somos más que vencedores, en él podemos ser llamados hijos de Dios, en él tenemos la fortaleza de nuestra vida y la perfección de nuestra alma.


¿Puede entonces ser el hombre perfecto? pues si analizamos al ser humano desde su estructura física, podremos darnos cuenta que tiene un ojo más pequeño que el otro, una pierna más corta que la otra, o una oreja más arriba que su par, y si lo hacemos desde una perspectiva intelectual nos daremos cuenta que nuestros cálculos alguna vez fallarán, nuestras decisiones alguna vez no serán tan certeras, y no podemos asegurar que todos nuestros proyectos están destinados al triunfo, entonces desde la propia humanidad, el hombre no puede ni podrá ser perfecto jamás, ni para ser perfectamente un buen humano, ni muchos menos como para ir al cielo, sin embargo, la escritura dice que Dios nos demanda ser perfectos, y no casi perfectos, sino definitivamente perfectos como Él es perfecto… Sed, pues, vosotros perfectos, como vuestro Padre que está en los cielos es perfecto (Mateo 5:48) ¡¡Que frustración!! ¿Como podré lograr ser tan Santo como Cristo si mi propia naturaleza me guía a pecar? ¿Como podré tomar decisiones sabias si mi mente es limitada? ¿Como podre mantener mi mente pura si es allí nacen los adulterios, fornicaciones y mentiras? Es qué Dios jamás nos ha pedido que seamos perfectos en nuestra caída humanidad, el sabe que es imposible para el hombre no pensar erróneamente, no tropezar con el pecado ni que su carne quiera hacer maldad, siempre ha estado en el corazón y la mente de Dios el ser perfectos en él, en su imagen y semejanza, es decir, en su manera de amar, en la forma en que él muestra su misericordia, en su humildad, en su sinceridad, en su vida, Pablo dijo lo siguiente Así que, todos los que somos perfectos, esto mismo sintamos; y si otra cosa sentís, esto también os lo revelará Dios (Filipenses 3:15) cuando él habla de los que ya son perfectos, no está hablando de aquellos que ya alcanzaron la estatura de un varón perfecto (que es Cristo) ni de aquellos que en su humanidad son perfectos (por que no los hay) sino que el mismo asumiendo su propia imperfección (Hermanos, yo mismo no pretendo haberlo ya alcanzado… Filipenses 3:13) era perfecto en un grado de santidad, moral y amor por Dios, sabiendo que no era perfecto en todo, sin embargo, lo era en varias características del Cristo en la tierra, ya había alcanzado por medio del padecimiento (como Cristo) parte de esa preciosa estatura del varón perfecto (Pero en aquello a que hemos llegado, sigamos una misma regla, sintamos una misma cosa. Filipenses 3:16)  Todo esto quiere decir, que a pesar de mis flaquezas, de las ganas que hay en mi carne de pecar, de mis imperfecciones humanas, hoy yo puedo ser perfecto en todo lo que Jesucristo fue en la tierra, si dejo que su carácter sea mi carácter.         


Ciertamente el pecado quiere poner tropiezo en mi, siendo un instrumento que deleita mi carne, usado por el mundo y el mundo comandado por el diablo, pero más cierto es aún que a pesar de mis debilidades y especialmente por ellas, soy fuerte, ya no en mi vana y perecedera humanidad, sino que mi perfección y toda mi fuerza están en Él… porque cuando soy débil,  entonces soy fuerte. (2° Corintios 12:10)


Es cierto que para algunas personas el pecado que radica en nosotros nos es una constante molestia y nos produce frustración, tal y como el cáncer que carcome los órganos que quien por desgracia lo padece, pero así como para la gloria de Dios hoy existe una para la mayoría de estas patologías, para la enfermedad terminal del pecado, también la hay, y es la preciosa sangre de Cristo, está sangre que nos lava y nos presenta como Hijos de Dios delante de Él mismo, y nos da también el anticuerpo de la santidad para combatir contra el horrendo germen del pecado, Hebreos 12:4 dice lo siguiente: Porque aún no habéis resistido hasta la sangre, combatiendo contra el pecado; el pecado que proviene de la imperfección humana, tanto en su cuerpo como en su alma, produce frustración en los corazones que quieren agradar al Señor en todo ámbito de la vida, por que pone tropiezo e interrupciones en el camino de aquel que busca ser perfecto en todo lo que Cristo fue perfecto durante su vida terrenal, pero sin lugar a dudas, el poder de la sangre de Cristo en el corazón de un hombre que TEME A DIOS, es poderosa para primeramente guardarnos sin caía, y para fortalecernos a llegar hasta el último aliento de nuestra existencia luchando contra el pecado que vive por la desgracia de la desobediencia del primer hombre, dentro de nuestro ser.


No somos perfectos en nuestra humanidad, pero si podemos serlo en nuestro en amor, en la búsqueda de la pureza y en el temor a Dios, y no quiere decir que por eso en nuestro caminar hacia la plena perfección, hacia la estatura de Cristo, no tendremos ningún tipo de tropiezos, por que eso no es verdadporque es necesario que vengan tropiezos… (Mateo 8:7) pero no por esos tropiezos, ni aún por causa de caer en alguno de ellos, Dios nos condenará para siempre o se molestará de tal manera que nuestra imperfección para él sea motivo de desecharnos. ¿Esto quiere decir que él se agrada de nuestra imperfección? ¡¡De ninguna manera!! Pero la clave para mantenerse en la perfección del Señor, a pesar de nuestra propia imperfección radica EN EL TEMOR DE DIOS.

Hoy muchos se quedan con el simple hecho de saber que son imperfectos e ignoran que es Dios mismo que nos llama a la perfección, y es en esa ignorancia de la contextual palabra de Dios, donde viven en plena imperfección y se deleitan en ella, es como si ser imperfecto en todo les conformase y les diera en el gusto, y al parecer es así, saben que humanamente están perdidos y se ajustan a una “gracia” anti bíblica e inexistente, que les dice que no importa cuan imperfectos sean, total Dios les ama y siempre les perdona, su “gracia” cubre multitud de pecados, cuando nada de eso es verdad, Dios quiere que seamos perfectos Sed, pues, vosotros perfectos, como vuestro Padre que está en los cielos es perfecto (Mateo 5:48) y quiere que parte de esa perfección sea vivir en santidad porque escrito está: Sed santos, porque yo soy santo. (1° Pedro 1:16) Y es imposible crecer en la perfección y en la santidad sin temor de Dios Así que, amados, puesto que tenemos tales promesas, limpiémonos de toda contaminación de carne y de espíritu, perfeccionando la santidad en el temor de Dios. (2° Corintios 7:1)      Alguno a está altura me dirá ¡¡a pero, no soy perfecto en mi humanidad ni Dios me lo pide!! ¿Tú eres perfecto hermano Juan, no juzgues? Yo no estoy juzgando a nadie, pero las actitudes de muchos cristianos contemporáneos, no solo demuestran que no son en nada perfectos en su propia humanidad, y que tampoco buscan la perfección en la santidad ni en el temor de Dios, y eso me dice a mi, no que Dios les este condenando, sino que sus propios corazones llenos de pecado les están condenando a una eternidad lejos de Dios en el infierno.


¡¡QUE DURO ERES!!, alguno me dirá, mas yo les pregunto ¿aún sabiendo que humanamente somos imperfectos, y que Dios demanda perfección, vivimos en el temor de Dios? Pues, yo me equivoco, muchas veces he pecado, aún deliberadamente e transgredido la ley de Dios, he sido blasfemo y mentiroso, he tenido malos pensamientos y e robado, soy culpable de todos los cargos, pero por lo más sagrado que hay en mi vida, TEMO A DIOS CON  TODA MI ALMA, temo a su ira y a su juicio, temo a su mano cuando aprieta por que no hay manera de abrirla y temo que pueda llegar él día donde mi propia imperfección le harte y lo haga mover su mirada de mi existencia, TEMO PROFUNDAMENTE AL DIOS QUE NO SOLO PUEDE MATAR MI CUERPO, SINO MANDAR MI ALMA AL MÁS OSCURO DE LOS INFIERNOS… pues hoy me puedo percatar que es mi temor a Dios por su ira a mi propia imperfección, la que curiosamente me mantiene en paz con él mismo.


Es que no es mi imperfección lo que a Él le molesta, sino mi cinismo y mi conformismo a esa imperfección, le he fallado constantemente al Señor en virtud de esa misma imperfección, pero doy gloria a mi Padre y a Hijo Jesucristo de la frustración que me produce mi imperfección, ya que es ella misma la que me lleva a temer a Dios y es mi temor por él, lo que le lleva Él decirme, Juan como tu Padre me compadezco de ti, por que eres de polvo, y por que esa condición te hace temer a mi nombre.


No importa cuantas veces caigas por causa de tu imperfecta condición, lo que determinará si Él Padre se apiada de tu alma o no, es si esa caída produjo en ti una mayor expresión de temor por Él.


Dios te bendiga,

Profeta de Dios.