Mateo 23:37 ¡Jerusalén, Jerusalén, que matas a los profetas, y apedreas a los que te son enviados! ¡Cuántas veces quise juntar a tus hijos, como la gallina junta sus polluelos debajo de las alas, y no quisiste!
He tenido el privilegio de leer un libro llamado “la cruz y el puñal” (David Wilkerson) donde narra la historia verídica de un humilde pastor sureño en la peligrosa ciudad de New York, y en la pagina 32 aproximadamente, el Señor ha cautivado mi corazón. Es aquí donde el Reverendo Wilkerson relata fragmentos de su primera predicación a dos pandillas marginales de New York, allí les presentó el amor de Jesús, les ofreció encontrar en él, el afecto del cual sus corazones carecían, y que buscaban frenéticamente en el sexo y las drogas, cuando en medio de su predicación improvisada Wilkerson decía que Jesús podría ayudarlos a comenzar una nueva vida, se paro una joven llamada María, y le dijo: ¡¡A mí no David, a mí no!! A lo que el pastor respondió con una pregunta ¿Por qué no María? Y ella con el afán de mostrarle sus justificadas razones, se subió la manga de su vestido y poniendo su brazo a la leve luz de un faro, le mostró un montón de pequeñas heridas moradas y rojas, como si fueran picaduras infestadas de mosquitos. Lo que María quería decir al Reverendo Wilkerson, es que era drogadicta, y que estaba perdida sin escapatoria, ella había compartido la opinión de los expertos ¡¡para los adictos a las drogas, no hay salvación!!
Al leer este trozo del libro Dios impacto mi corazón, no por que dijera alguna cosa novedosa para mí, sino por que escuche la voz de Dios diciéndome al corazón ¿Y quién llorará por ellos? Y al escuchar esto, comencé a pensar en todas esas veces que he llorado por mi familia y seres amados en oración, en las veces que he llorado y he clamado socorro a Dios por mí, en las veces que he sido conmovido por Dios al orar por algún amigo, y en todas esas veces en las cuales mi corazón se ha quebrantado de dolor en oración, ni una sola vez he derramado una sola y mísera lagrima por aquellos que nadie ama, por los perdidos, por los adictos de mi comuna, por aquellos que en su búsqueda de amor se encontraron con las drogas y el sexo libertino, por aquellos que como dice un mural cerca de mi casa “valen menos que la bala que los mata”, por aquellos que al fallecer irán a una fosa común, por esos que nadie extrañó al no volver más a la casa por la tarde. Juan ¿y quién llorará por ellos? ¿Quién elevará un clamor en fe, por esos que nadie ama? Aún sigue dando vueltas esa idea en mi cabeza, mientras pienso en lo hermético que se han vuelto las iglesias, en lo religioso que nos hemos convertido, en lo conformista que el ser humano puede llegar a ser, y no digo con esto que nuestras congregaciones deban volverse alberques de beneficencia, pero ¿no es la base de la vida cristiana amar a Dios y al prójimo como a mí mismo? Y ¿Quién es mi prójimo dijo el escriba tratando de deshacerse de su responsabilidad? Y así estamos nosotros, tratando de deshacernos de nuestra responsabilidad, mientras esos “que nadie ama” se pierden más día tras día.
Mi mente me dice a su vez ¿pero Juan, que quieres que haga, yo no los salvaré? Pues, simplemente ¡¡haz algo!! Solo piensa ¿has llorado por ellos? ¿Has orado por esos que no conoces pero que sabes que están allí? Y no solo allí escondidos en algún lugar de la plaza de armas, sino por aquellos que estando a tu alrededor viven una vida miserable, porque aún teniendo un pan en sus mesas, no han saciado del pan de vida su corazón. Soy egoísta, y solo pienso en mí, debo reconocerlo, la iglesia debe reconocerlo, tenemos el estomago lleno, y claro, si alguien toca nuestra puerta le entregaremos algo para comer, si un vecino tiene alguna necesidad allí estaremos, pero eso no es todo, Jesús no se quedo para siempre en el establo de su nacimiento, no se quedo para siempre en Nazaret, él no espero que todos vinieran a él, él salió a buscar lo que se había perdido.
Quizás, no a todos los que les comparta el pan vendrán a Cristo y vivirán vidas espirituales plenas, quizás no todos mis vecinos creerán al mensaje del evangelio, quizás no a todos a aquellos que vean “mi buena voluntad” para con ellos, se convertirán a Cristo, pero ¿Jesús limitó su mensaje o sus bendiciones a solo aquellos que él sabía se convertirían? Qué hay de Judas, que hay de los 9 leprosos que siguieron sus caminos, que hay de aquellos que comieron en el día de la multiplicación, y luego lo sentenciaron en el día de la crucifixión ¿Qué hay de todos ellos, acaso Jesús no sabía que todo el mundo lo negaría como el Mesías? Pues claro que si, sin embargo, A TODOS LOS BENDIJO EN ALGO.
Nosotros, sin embargo, siendo la luz del mundo, hemos escondido la luz y dejamos que el mundo viva en tinieblas, y aunque esto pueda ofenderte, quiero llevarte a meditar en ello ¿si somos luz, a cuantas de las personas que nos rodean les hemos bendecido con esa luz? Dejamos que el mundo siga tomando sus decisiones en las tinieblas y por eso nuestras sociedades son lo que son, por que carecen de la luz que la iglesia debe irradiar, pero como nos hemos preocupado tanto de llenarnos de conocimiento, de acariciarnos unos a otros con nuestras oraciones, de llegar algún cargo eclesiástico, mientras pasa todo esto, la luz sigue brillando dentro de las cuatro paredes y el mundo sigue en tinieblas ¿Por qué? ¿Por qué Dios no proveyó de su luz? No, por habiéndola provisto, la hemos escondido de las tinieblas.
¿Quién elevo un clamor por Israel? Él Hijo de Dios, y no solo elevo un clamor por su pueblo, Él hizo todo lo que en sus manos estuvo por reunir a todo Israel en sus brazos, y brindarles las más ricas bendiciones. Mas, por ellos Juan ¿quién llorará? Pues cuando lo miro así me percato de lo difícil que puede llegar a ser, ser cristiano, por que Jesús jamás dijo ¡¡Te amo!! Sin embargo, no lo necesitó, porque Él mismo fue el amor personificado para con todos aquellos que en más de alguna vez le hemos menospreciado. Estoy seguro que Dios sabe que podemos dar más por su Reino, él sabe que si podemos esforzarnos por trabajar para nuestro beneficio, podemos también desgastarnos por aquellos que nadie ama, que nadie espera que vuelvan a sus casas, por aquellos que incluso estando en sus hogares y teniendo de todo, viven como extraviados y lejos de todo afecto, por aquellos que tienen sus estómagos llenos y vacios sus corazones ¿Dónde está esa luz para guiar este mundo? Aquí, en mí, en ti, en todos lo que hemos tenido el privilegio de haber nacido de nuevo.
Yo no se si todos aquellos que hoy están en condición de calle, algún día se decidirán por Cristo, ni estoy seguro que mis vecinos por mi ejemplo y oración se acercarán al Señor, pero si se, que desde hoy ellos tendrán en mí, alguien que clame por ellos, alguien que hará todo lo posible, aún luchando contra mi propio corazón por llevarles luz y bendición, alguien que movido por el Espíritu de Dios, clamará por que alguno (aunque sea uno) de ellos logre conocer a Cristo y ser salvo. Yo no sé si lo lograré, pero en cuanto a mi dependa lucharé por que mi egoísta corazón deje de serlo, y comience a amar al prójimo como a mí mismo.
Dios te bendiga hoy.
Atte,
Juan Lemuñir.