Edificar es vital y tremendamente
necesario, solo piensen en la cantidad de personas que necesitan una vivienda
propia, si alguien no comienza a edificar, esas personas nunca gozarán de lo
que significa tener un hogar propio, y de todos los desafíos y pruebas que
implica tenerlo.
Yo se que tener una casa no es algo
fácil, hay que tener dinero para aquello, no somos nosotros quienes
regularmente nos construimos nuestros hogares con nuestras manos, pero de
alguna forma, al levantarte temprano para ir a trabajar, al hacer horas extras, al
dejar a tu familia varias horas del día de lado, con el fin de obtener el
dinero para tu casa, con ese hechos estás edificando tu casa.
Todo esto me hace pensar en lo
imprenscindible que es la edificación, y en algunos lugares es mucho más
imprescindible la destrucción antes de edificar, pero uno NO debiese pasar más tiempo en la destrucción que en la edificación, es más, hay que ser más especialista en la edificación que en la
destrucción, hay que sacar más medidas en formar algo, que para destruirlo, lo
que me hace reflexionar en ¿Cuánto me he
perfeccionado yo para edificar mi casa espiritual? Debo considerar esto, ya
que de mi esfuerzo por edificar, saldrá la magnitud y la calidad de mi casa
espiritual.
Efesios dice que los ministerios
están para edificar… no tienen otro fin, y como ya dije, hay veces donde uno
debe derribar argumentos y altiveces que vienen a entorpecer la edificación,
pero ¿debo pasarme toda la vida
destruyendo? Claro que no, si mi vida se basa en tan solo una constante crítica
hacia los demás y su manera de llevar el evangelio, entonces quizás, me quede
tan solo en una parte demasiado básica del evangelio, que por lo demás, no es
la “mala noticia de destrucción”,
sino la buena nueva de salvación.
Yo puedo vivir usando mi ministerio
para destruir o para edificar, eso dependerá de mí, pero si soy bíblico y “ortodoxo”, entonces
debo comprender que mi llamamiento es, por parte de Jesús A EDIFICAR.
Hay personas que al parecer trabajan
en el tema de la “demolición espiritual” todo lo que escriben o dicen tiene ese prisma
destructivo, que siempre (por desgracia) deja un sabor
amargo a polvo de derrumbe, quizás, ese mal enfocado ministerio necesita ser SANADO
por Cristo, que dicho sea de paso, edifica, enseña y llama a ser como Él, “manso
y humilde de corazón, para que encuentren paz para sus almas”.
Hay cosas que yo no podré cambiar,
como por ejemplo, que la apostasía se levante tan fuertemente en este tiempo,
que hayan divisiones, que la inmoralidad crezca, etc. Pero, si bien no estoy de
acuerdo con ello, y aborrezco el pecado, si paso todo el tiempo de mi ministerio solo “derribando
argumentos” mentirosos, de alguna manera entonces he caído en la trampa del diablo, solo que desde una distinta
perspectiva, por que, aunque ya no estoy sujeto a la naturaleza caída, solo me dedico a destruir y derribar, es decir, el diablo ya no me
tiene en sus garras, pero, me tiene pendiente solo de él, mientras que mis ojos debiesen estar fijamente pegados a Jesús.
Por otro lado, solo edificar no es lo importante, es imprescindible saber ¡¡Con que edificare!! Y es en este
punto donde debemos analizar “cuanto de
Cristo y su palabra hay en nosotros”, y no me refiero a “cuánto hemos aprendido o memorizado de su
palabra”, sino más bien, “cuanto
vivimos su palabra, cuanto de Cristo hay obrando ahora en nosotros”.
Sin Jesucristo no hay salvación, y
una vez que la hay, sin vivir para Cristo no se podrá conservar esa vida
eterna, y conservándola solo se es salvo si se es perseverante HASTA EL FINAL, y perseverante en todo
aquello que Jesús dice de Él mismo.
Hay que ser fieles a Dios, hay que vivir en santidad, hay que obedecer a toda su palabra, y hay que incluso morir por la fe si es necesario.
Hay que ser fieles a Dios, hay que vivir en santidad, hay que obedecer a toda su palabra, y hay que incluso morir por la fe si es necesario.
Ningún hombre que tomando el arado,
si mira hacia atrás es digno de Jesús, tan solo tiene que mirar hacia su pasado como
codiciando el volver a él, para perder toda dignidad en el Reino de los
cielos. Comprendamos que edificar en la vida cristiana, no es
llenarnos de argumentos teológicos, sino más bien, es llenarnos de Cristo, de
su persona, de su esencia, de su vida, de esa vida que está dispuesta a dejarlo
todo con mucho gusto, con tal de agradar al Padre.
Edificar es
establecer los principios tales como “la sujeción, el respeto a la autoridad,
el amor hacia Dios y hacia el prójimo, el ser dadivoso y el corregir y
aborrecer toda expresión pecaminosa en un marco de respeto y justicia”, y cuando pienso en esto,
veo a un Jesús franco y firme, pero siempre respetuoso, diciéndole a Nicodemo “si no naces de nuevo, no podrás ni
siquiera ver el Reino del que te hablo”.
¿Jesús sabia
que en el fondo Nicodemo buscaba más congeniar su doctrina que “adorarlo como
Hijo de Dios”? Claro que si, sin embargo, en un marco de respeto y firmeza, le dijo que
debía experimentar un pentecostés para alcanzar la salvación. No lo humilló, no le dijo “religioso inmundo e hipócrita”, no le
llamo “perro que me rodeas”, no le
expulsó de la posibilidad de entrar en el Reino, tal y como, no dijo ni una sola palabra de juicio estando en la cruz.
Estimados, dediquémonos a edificar la
verdadera palabra de Dios, y solo a derribar, cuando Cristo lo estime necesario,
no olvidemos que el mandato
a los ministerios es principalmente A
EDIFICAR EL CUERPO DE CRISTO, no a derribarlo.
Dios te bendiga,
Profeta de Dios