8 oct 2010 |

Mi justicia V/S La Justicia de Dios


Mateo 5:20 Porque os digo que si vuestra justicia no fuere mayor que la de los escribas y fariseos, no entraréis en el reino de los cielos.

Considero que respecto a la justicia bíblica, existe una mala interpretación, ya que se cree comúnmente que cuando hemos confesado a Jesucristo como nuestro Señor y Salvador, entonces el nos reviste de su propia justicia y por ende podemos ser llamados SALVOS, y si bien eso es bíblicamente correcto (Romanos 3:22 la justicia de Dios por medio de la fe en Jesucristo, para todos los que creen en él...) y ¡¡Gracias al Señor por que es así!! Aquella justicia nos cubre de la injusticia que proviene de la naturaleza caída que radica en nosotros, y solo se mantiene como un manto sobre nosotros, mientras cada uno de nosotros se mantenga dentro de la Gracia de Dios.

El sacrificio de Jesús por nosotros, nos abrió una puerta que nadie podía haber abierto jamás, ya que si bien la Ley vino a mostrarnos lo correcto, sometida nuestra naturaleza caída a tales divinos preceptos, era imposible que un humano pudiese hallar justicia por la Ley, sino más bien la Ley encerró en nuestra naturaleza carnal (y caída) todo el pecado, por ello que el que vive conforme a la carne, la misma Ley lo condena eternamente Romanos 8:3 Porque lo que era imposible para la ley, por cuanto era débil por la carne, Dios, enviando a su Hijo en semejanza de carne de pecado y a causa del pecado, condenó al pecado en la carne;      por todo ello, el hombre no puede ser justificado jamás por sus obras, sino por la fe en Jesucristo Romanos 3:28 Concluimos, pues, que el hombre es justificado por fe sin las obras de la ley.
Debemos dar infinitas gracias al Padre por habernos dado a su Hijo, ya que de otra manera hubiera sido imposible que nuestra justicia alcanzara el estándar que se necesita para llegar al cielo.
Ahora, si bien Cristo no justifico metiéndonos dentro de su justicia, logrando que el Padre nos mirara atraves de él (2ª Corintios 5:21 Al que no conoció pecado, por nosotros lo hizo pecado, para que nosotros fuésemos hechos justicia de Dios en él), ¿Qué hay de aquellas actitudes injustas que aún tenemos? ¿El sacrificio de Cristo cubrió todas nuestras injusticias pasadas y las futuras también? es imperante tener muy en claro que Dios nos perdonó en Cristo Jesús, todas y cada una de las faltas, errores y pecados que cometimos hasta el día que con nuestros labios lo confesamos como nuestro Señor y Salvador (Colosenses 2:14 anulando el acta de los decretos que había contra nosotros, que nos era contraria, quitándola de en medio y clavándola en la cruz), pero también es importante destacar que esa acta clavada en la cruz no es por los pecados que cometamos después de haberle confesado como nuestro salvador, ya que si fuera así, ¿no sería demasiado fácil el cristianismo? Osea los cristianos del primer siglo que morían en el circo romano, tan solo debían negar (pecando) a Jesucristo como Dios y confesar a Cesar como dios, y eso era todo, quedaban libres de la hoguera o de las fauces de los leones, y como Jesús perdonó los pecados pasados y futuros, entonces no importa a quien confiesen como Señor, de igual manera serian salvos ¿es así verdaderamente?.          Aquí es donde entra lo que se denomina “nuestra propia justicia”.
Si bien todos los que hemos confesado a Jesús como Señor, hemos sido revestido de su justicia, y por ende, no importa cuantas cosas buenas yo haga, jamás habría alcanzado la salvación por mismo, pero, aquello no es sinónimo de que mi justicia (la que yo realizo bajo mi voluntad) no tenga nada que ver con mi salvación, tal seria entonces que yo podría pecar deliberadamente el resto de mi vida y luego al morir Jesús me diría “bien hecho siervo fiel…” ¿es así de fácil el cristianismo? Es decir ¿podemos cometer actos injustos e incluso vivir de una manera tal que ni pareciera cristiano y de igual forma ir al cielo? Pues creo que ningún versículo de la biblia avalaría eso.
Debemos tener muy en claro que la Gracia derramada por Dios en Cristo Jesús y sobre nosotros es quien nos mantiene en la salvación, pero también debemos entender que la Gracia por si sola no tiene efecto alguno, es nuestro sincero arrepentimiento el que permite a la Gracia obrar en nosotros, esto quiere decir, que para que la justicia de Cristo nos revista debe haber en nosotros un sincero cambio de actitud, de lo contrario estamos inundados de nuestra propia injusticia y nuestro final no será el cielo.
De la misma manera, una vez que Cristo hace morada por la fe en mi corazón, su justicia no puede cubrir un pecado no arrepentido, no puede ejercer su gracia en aquellas cosas que no son tropiezos en mi caminar cristiano, sino aquellos pecados deliberados, que debo decir no siempre son pecados visibles, no siempre son pecados que se puedan oler, si las obras de la carne no son solamente la fornicación ni el adulterio, que claramente no son tampoco tropiezos, sino maquinaciones de la naturaleza caída aun obrando en nuestros miembros, y que sembrando el pecado en nuestro corazón, cuando nuestra voluntad cede ante la baja pasión, da como consecuencia el pecado, y el pecado como resultado LA MUERTE (Santiago 1:14-15), pero no todos los pecados son así de visibles, las enemistades, los pleitos, los celos, las iras, las contiendas, las disensiones y las envidias también son parte de las obras de nuestra carne (Gálatas 5:21) y tales cosas, hoy muchos de los que se autoproclaman cristianos las cometen como si no vivieran en el temor de Dios, como si la sangre de Cristo fuera simplemente una cosa barata que se arroja sobre cualquier inmundicia de nuestra vida, cubriendo maldades y pecados que no han pasado por el proceso del genuino arrepentimiento.

La justicia de Dios no puede cubrir la injusticia no arrepentida del hombre, la puerta de la salvación está abierta y cualquiera que quiera cruzarla puede hacerlo, pero jamás podrá hacerlo si lleva en sus lomos un saco de injusticia, y si no está vestido para caminar en el camino de la verdad, por ello es necesario dejar en la puerta la inmundicia de nuestra maldad y pedirle al único Justo (Cristo) que nos revista de su santidad y provea el perdón de nuestros pecados, por ello que hoy ni tu ni yo podemos darnos el lujo de volver a llenarnos nuevamente de injusticia alguna, y quizás tu dirás ¡¡pero si yo cuido mis ojos, cuido mis manos, cuido mis labios de toda maledicencia, diezmo de todo lo que tengo!! Entonces cosa buena haces, no solo agradable para Dios, sino también muy buena para ti, pero ¿acaso los fariseos no hacían lo mismo? Ellos meticulosamente diezmaban el porcentaje exacto de la menta, del eneldo y del comino, y cuidaban con precisión de toda contaminación la pureza de sus cuerpos, y todo eso estaba bien (si se hacia con un buen corazón) pero no por el hecho de hacer todo eso bueno, era justificable dejar de hacer justicia y misericordia, y e aquí el problema de nuestra propia justicia. Isaías 64:6 dice respecto a esto… y todas nuestras justicias como trapo de inmundicia… esto (en parte) quiere decir que la naturaleza del hombre, estima como justicia lo que la naturaleza divina estima como inmundo.        Que manera de contrastar una naturaleza con la otra, Dios mira como un asqueroso trapo que se usa para limpiar el W.C., lo que para nosotros es lo equitativamente correcto, es decir, una mujer embarazada en un país donde el aborto es legal, podría decir ¡¡estoy en todo mi derecho, voy a abortar, la “justicia” me lo permite!! Y Dios por otro lado está diciendo: ¡¡esa actitud me huele como un trapo inundado de excremento!! y sin ir más lejos, nuestras envidias, nuestras iras, nuestras enemistades, nuestros pleitos, disensiones y contiendas que a nosotros nos parecen justas, son tan malolientes como el mencionado aborto.    Y no digo con esto que la ira en si sea pecado, por que si así lo fuera Dios mismo sería pecador (Apocalipsis 19:15), y la misma escritura declara que la ira puede ser una expresión de nuestro sentir, pero no debe culminar siendo un pecado (Efesios 4:26), pero cuando la ira o la enemistad (Santiago 4:4) no provienen de Dios, sino del corazón corrompido del hombre, entonces en cada actitud obrará la injusticia humana, y la preciosa justicia de Jesús no nos cubrirá de  aquello.      

Es que debemos analizar ¿Jesús puede cubrir con su sangre un corazón que esta lleno de envidia? ¿Puede acaso la Sangre de Cristo limpiar un corazón lleno de disensiones y que no se arrepentido? Entonces ¿Qué hacemos codiciando la mujer, el auto, los hijos y/o el ministerio ajeno? ¿Qué hacemos provocando la división entre los hermanos cuando una decisión del pastor a mi no me pareció bien? ¿Qué hacen los pastores queriendo sobresaltar por sobre otros, aludiendo a su cantidad de ovejas, a la calidad de su templo, o a la cantidad de iglesias que tienen en Chile o en el mundo? ¿Qué hacen los cristianos codiciando los bienes mundanos o mintiendo para conseguir beneficios del estado? Wow ¿yo pensaba que mientras no fornicará, no adulterará y no robará grandes cosas mi justicia en Cristo estaba completa? Pues ese es el error, creer que Cristo ya lo hizo todo, incluyendo el perdón por las injusticias pasadas y futuras, y por ese error muchos hoy viven un cristianismo mundanal, lleno de injusticia y pecado, sin buscar vivir en la santidad que demanda el verdadero cristianismo que el evangelio demanda.

Jesús para los Fariseos era un comilón y bebedor de vino, amigo de prostitutas y de cobradores de impuestos, blasfemo por sanar en sábado y hereje por perdonar a mujeres adulteras en vez de apedrearlas, en definitiva el Señor para ellos no pasaba la vara de justicia que sus tradiciones y mala interpretación de la Ley les imponía.

Ahora bien, cada cristiano contemporáneo tiene en común el rechazo por esta secta por su comportamiento egoísta y “legalista”, pero considero que nosotros debemos analizar que su justicia (la de los fariseos) en muchas ocasiones no dista de la nuestra, quizás si hoy Cristo caminara como hombre nuevamente en medio de nosotros, con su pensamiento libertador, nos acusaría de ser (al igual que los fariseos) faltos de misericordia, egoístas, mentirosos, avarientos y ególatras, buscadores del bien propio y sin nada de empatía ¿es que no es eso lo que demostramos cuando caminamos por la calle y una viuda o un huérfano nos pide una limosna? En nuestro corazón no hay una dadiva, quizás la hay de vez en cuando en nuestro bolsillo, pero quizás ni aún esa dadiva somos capaces de entregar.   ¿Cuántas veces tú y yo dentro del templo somos blancas palomas, llenos de amor por Dios, llenos de amor por nuestros bañados y bien olientes hermanos? Pero saliendo del templo, durante la semana laboral ¿Cuántas veces hemos rechazado al mendigo que huele a cloaca y que humildemente nos pide una moneda para paliar su miserable existencia? ¡¡Oh Dios mío, perdóname a mí!! ¿Cuántas veces quizás le hemos cerrado la puerta de nuestra casa a esa persona que verdaderamente necesita algo de mercadería para sus hijos, y en eso le hemos cerrado la puerta de nuestra casa a Jesús? ¿Cuántas veces le hemos negado la misericordia a quien verdaderamente la necesita y le hemos redundado en bendiciones a personas que jamás se interesarían por el evangelio de salvación? Creo que muchas veces nuestra justicia no ha sido mejor que la de los fariseos, y si no piensan así ¿Por qué cuando alguien llega bien vestido a nuestro templo, le cedemos nuestro mejor asiento, y sin embargo, cuando llega alguien que en su vestir es mucho más humilde o es notorio que vive en la calle y le sentamos al último para que no “moleste” a ningún hermano y ojala se vaya pronto?     Que bueno que diezmemos, que bueno que adoremos en espíritu y en verdad, que bueno que nos congreguemos, que bueno que nos guardemos de toda fornicación, adulterio y lascivia, todo esto es necesario hacer, pero sin dejar de hacer misericordia y justicia.           Creo que nuestras justicias, muchas veces no han sido mejores que las de los fariseos, por lo tanto, si ha sabiendas obramos mal, al igual que ellos no entraremos al Reino de los Cielos.

¡¡Que Dios nos perdone!!


Dios te bendiga,

Profeta de Dios.