30 sept 2011 |

Saber no es suficiente


Filipenses 3:10-12 a fin de conocerle, y el poder de su resurrección, y la participación de sus padecimientos, llegando a ser semejante a él en su muerte, 11 si en alguna manera llegase a la resurrección de entre los muertos. 12 No que lo haya alcanzado ya, ni que ya sea perfecto; sino que prosigo, por ver si logro asir aquello para lo cual fui también asido por Cristo Jesús.

La palabra conocer en la biblia, generalmente significa intimidad, y en este texto (corroborando esto) cuando Pablo dice a fin de conocerle… la palabra en griego es ginósko que se traduce (entre otros términos) como reconocer, sentir, entender o llegar a comprender algo.   Este término también se usa en textos como Mateo 1:25, donde describe que José no conoció a María, sino hasta que nació Jesús, y en Génesis 4:1 donde dice Conoció Adán a su mujer…  (Conoció Hb. Yadá = Gr. Ginósko)  ambos textos hacen referencia a la unión sexual entre un esposo y su mujer, y claramente en términos bíblicos esto connota un gran respeto y una profunda intimidad, de hecho el marido es el único que puede ver el cuerpo desnudo de su mujer (Levítico 18:6-19) todo esto explica que cuando el Apóstol Pablo habla sobre conocer a Cristo, y el poder de su resurrección y la participación de sus padecimientos, está hablando de vivir una vida que esté íntimamente llena de la vida experiencial de Cristo.

Esta es una verdad demasiado profunda y a la vez incalculablemente valiosa, porque este es el camino que todo hombre debe tomar si tiene serias intenciones de ir al cielo, ya que ser cristiano no es solamente ser buena persona, dar limosnas o abstenerse de cierto vocabulario o vicios, la verdad es que todas esas cosas son buenas y un cristiano verdadero debe vivirlas, pero un genuino seguidor de Jesucristo es mucho más que todo eso, ya que con todo lo beneficioso que es dejar de fumar, beber o decir groserías, no solamente los cristianos logran dejar esas cosas, también hay personas que no profesando ninguna fe y por voluntad propia logran abandonar muchas cosas como esas (reemplazándolas por otras), sin embargo, ninguna de estas obras lo podrá llevar al cielo, porque para llegar allí es necesario ser mucho más que ser buena persona, es necesario llegar a ser como Cristo.   

Esta era la finalidad del Apóstol Pablo, no solo de su ministerio, sino de toda su existencia, su objetivo no era otro que conocer a Jesús de la manera más íntima que puede existir, con el único fin de impregnarse de la vida de Cristo, de la esencia más profunda del Hijo de Dios, y de tanto allegarse a su presencia, llegar a ser semejante a él en su mentalidad y amor.                 Para el Apóstol el conocer a Cristo era el motor que movió toda su existencia desde su conversión hasta su muerte, y sin lugar a dudas es el ejemplo que nos deja a todos aquellos que profesamos esta preciosa fe, que no importando las circunstancias que vivamos, ya sean buenas o malas, que nada ni nadie nos podrá separar del amor de Dios que es en Cristo Jesús, pero para que aquello sea real en nuestras vidas, no solo debemos hablar, mirar, o pensar en Cristo, sino que debemos lograr (por el Espíritu de Dios) vivir una vida completamente intima junto a Cristo, tan así que lleguemos incluso a ser uno con él, siendo su imagen la que se logre ver sobre nosotros y se deje sentir dentro nuestro.

No dejo de maravillarme de la manera en que el Espíritu Santo trabajó en todos los apóstoles, y no digo esto solo por los milagros, por los prodigios o por las maravillas que Dios hizo a través de ellos, ya que si bien todo aquello es sombroso por sí mismo, no es tan maravilloso el cambio milagroso y externo que puede hacer un prodigio, como aquel cambio que puede lograr el Espíritu de Dios en el corazón de un hombre que se deja transformar, y a eso me refiero con el magnífico trabajo que Cristo hizo por el Espíritu Santo en el corazón de los siervos de la iglesia primera.

Esto se deja ver mayoritariamente en la actitud de los doce (incluyendo a Pablo), ya que nadie como ellos conocido a Jesucristo tan íntimamente, ellos vieron al Jesús hombre, transfigurado, ascendido y glorificado ¿existe hoy una persona que haya vivido eso? Claro que no, sin embargo, cada vez que leo la biblia desde los hechos hasta el apocalipsis, veo una característica común en todos los apóstoles, HUMILDAD, clara y transparente humildad, y cabe preguntarse ¿Cómo habiendo vivido tales maravillas como incluso ir al tercer cielo, guardaron sus  en sus corazones tal eminente humildad y sencillez?  Pues porque el Espíritu Santo trabajo en ellos no solo en los milagros, prodigios y maravillas, sino principalmente en sus corazones, el formó en ellos un carácter y una mentalidad como la de Cristo, y fue tan grandioso lo que el Espíritu hizo en ellos, que muchos años después del glorioso día de pentecostés, ya no se relata en la biblia que los apóstoles buscaban los primeros lugares en el Reino de Dios, sino más bien se sentían indignos (Pedro) de padecer crucificados de la misma manera en que murió su Maestro.  Esa transformación no la puede lograr un hombre por sí solo, ni aún un maravilloso milagro de sanidad física, no lo puede lograr el mirar cómo se abre el mar de par en par, solo lo logra el Espíritu de Dios desechando un viejo corazón insensible de piedra, y estableciendo uno nuevo de carne y sensible a la voluntad de Dios.

Ahora bien, la humildad del Apóstol Pablo no son palabras fingidas, donde se lanza al suelo para que cualquiera lo pisotee y diga cualquier cosa de él, no es que él traía colgando un cartel que decía “humíllenme porque soy humilde”, el ser humilde para el apóstol se mostraba en simplemente reconocer que todo lo que había aprendido durante su vida, todo lo que él tenía como sustento y todo lo “bueno” que él podía ser, no le servían de nada ante la grandeza, Santidad, Justicia y Amor de Jesucristo, tanto así que él llega a reconocer que Jesús vino al mundo a rescatar a los pecadores, de los cuales él no era ni el segundo ni el milésimo, sino EL PRIMERO (1ª Timoteo 1:15).

¿Perdón pero Pablo no fue un hombre celoso de la Ley? Claramente SI, pero él se había dado cuenta de una verdad que muchos de nosotros pasamos por alto, que cualquiera que guardare toda la ley, pero ofendiere en un punto, se hace culpable de todos (Santiago 2:10) por ende, Pablo estaba completamente condenado al fuego eterno por causa de “aquella” vez que ofendió “ese único” mandamiento.         Pues déjame reconocer que ese intachable rabino fue más pulcro en su manera de vivir antes de Cristo, que yo muchas veces estando ya en la vida cristiana, sin embargo, Dios transformó su corazón simplemente para que se dé cuenta, que muchas veces uno puede llegar creerse merecedor del amor y la salvación de Dios, e inmerecedor del infierno tan solo por hacer 99% de las cosas bien, pensando que ese 1% no es capaz de condenarme eternamente (aunque tu y yo sabemos que los porcentajes en nuestras vidas están al revés).

El corazón transformado, le hace ver a un hombre simplemente la realidad de su existencia, no es que Dios quiera condenarte y sea él quien enloda tu vida, el simplemente alumbra con su verdad nuestra realidad y somos nosotros quienes nos damos cuenta que no es el Hijo de Dios quien nos condena, sino nuestro propio pecado, por ello Cristo Jesús vino al mundo, a salvar a los pecadores, de los cuales yo no debo creerme el segundo ni el menos pecador, ya que de ser así, entonces aún creo que tengo suficiente bondad en mí como para merecer que Jesús muriera por mis pecados y darme el pase para ir el cielo.

Pablo comprendió a tal profundidad esta verdad, de que debía conocer a Cristo íntimamente para llegar a ser como él, que esa misma verdad lo hizo comprender que a pesar de tener tal revelación, él aún no había llegado a ser totalmente como Jesús, y que trascendente fue para el Apóstol darse cuenta de esto, porque era eso justamente lo que impulsó para ser como fue, él sabía que aún no estaba terminada la obra en él, y eso era lo que lo sostenía apegado íntimamente a su Señor, para dejarse transformar por Él diariamente.                 Tanto fue así, que ni aún su pasado ni sus errores cometidos a diario (involuntariamente) detenían su caminar para llegar a la meta ¿y por qué no lo detenían? Pues porque él mismo no pretendía haberlo ya alcanzado; pero una cosa hacía: olvidando ciertamente lo que queda atrás, y extendiéndose a lo que está delante, proseguía a la meta, al premio del supremo llamamiento de Dios en Cristo Jesús (Filipenses 3:12-14 parafraseado) ¡¡GLORIA A DIOS!! El mismo hombre que dijo Sed imitadores de mí, así como yo de Cristo (1ª Corintios 11:1) reconoció que a pesar de ya tener la revelación de lo que Dios quería hacer en el a través del Espíritu Santo, y de ser un hombre que vivía por y para Cristo, todavía no había alcanzado a plenitud la total figura de Cristo en él.                   Esto nos hace ver que aun estando él en el conociendo pleno de está verdad (de llegar a ser como Jesús) todavía no había alcanzado a vivirla en toda su plenitud ¡¡Que ejemplo de humildad!!

Que lejos estamos muchos de esta mentalidad, que ajenos estamos de ese carácter, y si no están de acuerdo conmigo, solo piensen un momento en las veces que por la gracia de Dios y por la guía del Espíritu Santo, hemos descubierto una verdad bíblica, y por el simple hecho de haber hallado luz y revelación, sentimos que ya estamos viviendo en esa luz y en esa revelación ¡¡que farsa, que autoengaño más grande!! Si aún la misma escritura dice que cuando tú y yo (esto no es para otro, es para NOSOTROS) solo OÍMOS (tenemos luz y revelación) una verdad, pero no la vivimos, entonces lo que hacemos es engañarnos a nosotros mismos (Santiago 1:22).

Es que debemos comprender y reconocer que saber la verdad no es suficiente, ya que el hecho de saber, en la práctica no es necesariamente lo mismo que conocer, porque conocer implica no solo manejar de manera intelectual un tema, sino vivirlo, conocer la verdad es intimar con ella, a tal grado de hacerte uno con ella, conocer la verdad es vivirla a plenitud, y es necesario que los cristianos reconozcamos que aunque sabemos muchas verdades del evangelio, que a pesar de tener una revelación más profunda de la verdad bíblica que otros grupos cristianos, y que teniendo ese conocimiento y jactándonos de él, aun así TODAVIA NO VIVIMOS EN LA PLENITUD DE LA REVELACIÓN DE LA VERDAD DEL HIJO DE DIOS, de ser así, entonces alguno de los que lee este mensaje deber sentirse espiritualmente superior al apóstol Pablo, y si es así, entonces quiero conocerlo, para que en persona pueda decirme ¡¡imita toda mi vida, así como yo imito en todo a Jesucristo!!.

Con todo esto podemos darnos cuenta, que el problema no radica en la revelación de la palabra de Dios, Él siempre ha querido revelarse al hombre, lo viene haciendo desde la creación del mundo, lo hizo con Moisés trayendo la Ley, lo hizo con Cristo quién nos mostró al Padre, y lo sigue haciendo a través del Espíritu Santo revelándose en Gracia y salvación al hombre.                    Por todo esto, el problema no radica en la revelación de Dios, porque Dios ha sido misericordioso y no ha escondido su verdad ni su amor.                     Debo reconocer que me siento demasiado privilegiado de ser parte de un pueblo que no solo ve y conoce a su Dios a través de la escritura, sino que además puede sentirlo cada vez que lo busca de todo corazón, Él es quién nos ofreció su trono de gracia (no de ira) para alcanzar misericordia para el oportuno socorro, Dios ama al hombre y siempre ha querido (y lo ha hecho) revelársele.

Ahora bien, el asunto es que aunque nosotros sabemos tanto, tenemos tantos libros, tantos institutos bíblicos y tantas maneras de estudiar la escritura, con todo y eso, NO HEMOS ALCANZADO (al menos la mayoría) a vivir en la plenitud de la palabra de Dios.                 Quiero que comprendamos que tenemos la revelación, pero aún somos carnales, todavía pensamos como niños berrinchudos que podemos hacerlo todo, que ya somos maduros, pero basta que Dios simplemente nos muestre un aspecto de la vida y los hecho de Cristo, para darnos cuenta que a pesar de saber tanto sobre Jesús, aún no hemos vivido su vida, y ese es el problema.   

Muchas personas que yo conozco, cuando alguien trae a colación un tema que ellos ya manejan intelectualmente, ellos dicen ¡¡A sí, claro, yo ya sabía eso!! ¿No te ha pasado a ti? Pues a mí sí, muchas veces cuando Dios quiso enseñarme algo de la escritura de la manera correcta, el hecho de yo SABER, impidió que el Espíritu Santo me hiciera VIVIR la escritura de la manera correcta ¿Por qué? Pues porque yo ya SABIA tal cosa, pero no la VIVIA, mas por el simple hecho de yo manejar cierta verdad, entonces daba por hecho que ya estaba viviendo en esa verdad ¿Qué engañados podemos estar por nosotros mismos?.

Hermano amado, quiero que entiendas que nuestra carne no tiene problema con recibir verdades reveladoras de la Palaba de Dios, el problema comienza cuando tú y yo tomamos la seria decisión de VIVIR (intimar, conocer) esa palabra revelada.       Hoy muchas personas están estancadas en el camino hacia la perfección del Espíritu Santo, por el simple hecho de que saben demasiado y creen que eso ya es suficiente, creen que por que han estudiado teología o algo similar, ya están completamente terminados, ya tienen un “nivel” de conocimiento que los capacita para ser, por ejemplo pastores, maestros o incluso apóstoles ¿es eso verdad? ¿el simple hecho de conocer teológicamente la escritura nos hace aptos para ir al cielo o ser partícipes de algún tipo de liderazgo? ¡¡A, es que como tal persona tiene la Maestría o conoce hace tanto tiempo la escritura, entonces damos por hecho que por eso Dios ya nos hizo aceptos delante del Padre para ser usados por él!!  Como si Dios anduviera buscando teólogos para ir al reino ¡¡que ridículo ¿verdad?!!

Hermanos amados, el Apóstol Pablo dijo lo siguiente No que lo haya alcanzado ya, ni que ya sea perfecto; sino que prosigo, por ver si logro asir aquello para lo cual fui también asido por Cristo Jesús.          El mismo reconoció que aún no había alcanzado la estatura de Cristo a plenitud en su vida, y aunque alguno pueda discrepar conmigo, estoy persuadido de que ningún ser humano la alcanzará totalmente a plenitud, sino hasta aquel día donde lo corruptible se vista definitivamente de incorruptible (1ª Corintios 15:53), pero el creer eso no me deshabilita para correr la carrera de la fe, no me hace inepto para pelear la batalla y esperar que al instante después de haber partido del escenario de esta tierra, pueda recibir la corona de justicia (2ª Timoteo 4:8).

Pero debo meditar en que si aún el mismo Apóstol Pablo creía no haberlo alcanzado aún ¿Qué me hace a mí pensar que yo ya estoy terminado, que ya he alcanzado la medida de la estatura de Cristo? Alguno dirá ¡¡bueno, yo no pienso haber llegado ya a esa altura!! Si es así, entonces ¿Por qué tantas veces sentimos que merecemos lo bueno que tenemos de parte de Dios? ¿Que nos hace sentirnos superiores a tantos hermanos en la fe que “saben” un poco menos que nosotros? ¿Por qué no podemos recibir la revelación de un tema que “ya manejamos”, y lo descartamos diciendo ¡¡No me lo repita, si yo ya manejo ese tema!!? Hermanos ¡¡no manejamos toda la verdad!! Pero no porque Dios no quiera revelárnosla, sino porque no vivimos a plenitud la que ya se nos revelo, solo pregúntate ¿amas verdaderamente a tu prójimo a como a ti mismo? ¿Pones la otra mejilla ante una ofensa? ¿Das prioridad a Dios por sobre todos tus bienes y seres amados? Hermanos, conocemos tanto la verdad, pero la vivimos tan poco que con ese hecho en vez de acarrear más gloria a Cristo, acarreamos mayor condenación contra nosotros por saber tanto y vivir tan poco.

Por último, el Apóstol Pablo dijo lo siguiente Así que, yo de esta manera corro, no como a la ventura; de esta manera peleo, no como quien golpea el aire, sino que golpeo mi cuerpo, y lo pongo en servidumbre, no sea que habiendo sido heraldo para otros, yo mismo venga a ser eliminado (1ª Corintios 9:26-27)  ¿estamos corriendo la carrera de la fe con el objetivo claro de llegar a la meta de ser como Cristo? Pues si es así, entonces debemos seguir adelante no importando lo que venga, tenemos que llegar al final, y si Cristo viene antes de que lo hayamos alcanzado, entonces él nos alcanzará a nosotros y terminará su obra, pero si no es así, entonces estamos dando palos de ciego al aire, y debemos replantearnos si lo que sabemos ya sobre Cristo, lo estamos viviendo a plenitud y no se queda simplemente en nuestro intelecto, ya que de ser así, podemos hoy estar siendo heraldos (predicadores) de una verdad sin vivirla, y por eso mismo podemos ser eliminados sin alcanzar la meta final de nuestra carrera, llegar a vivir, sentir y pensar completamente como Jesucristo, el unigénito Hijo de Dios.

Dios te bendiga,

Profeta de Dios.
16 sept 2011 |

El quiere que seamos de Barro


2ª Corintios 4:7 Pero tenemos este tesoro en vasos de barro, para que la excelencia del poder sea de Dios, y no de nosotros,

La biblia define la gloria de Dios (Hb. Kabod), entre otras cosas, como Riqueza, Nobleza, esplendor, Magnificencia, Honor, Honra, Reputación, Majestad, Grandeza y Reconocimiento, todas y cada una de estas son sin lugar a duda virtudes únicas del Dios vivo, y aquello para ninguna persona es extraño, incluyendo para la mayoría de los inconversos les es sumamente fácil creer o admitir que Dios es, por decirlo menos, GLORIOSO Y DIGNO.    Y aunque eso no se condice con lo que piensan (los inconversos y bastantes “convertidos”) de todas maneras nadie niega que el Creador debe ser adorado por causa de su Gloria.

Dios siempre ha dejado en claro que la gloria le pertenece que solo a Él y que es celoso con ella Yo Jehová; este es mi nombre; y a otro no daré mi gloria… (Isaías 42:08) para Dios no es agradable que un hombre o algún ídolo se quede con su riqueza, nobleza, honor, honra o reputación, los hijos de Dios tenemos en claro esto, que siempre en todo lo que hagamos para la obra de Dios, la gloria siempre se la debe llevar el Dios de la obra, y no los obreros.
Y aunque algunos piensen que esto es una cuestión de ego desmedido, o que Dios padece de algún tipo de narcisismo crónico, debemos comprender que fue Él quien creo todas las cosas, fue Él quien hizo no solamente todo lo que hoy se conoce como creación, sino aún más, Él nos hizo a ti y a mí, y no conforme con habernos creado, conociendo la condición caída del hombre, el mismo nos proveyó de un salvador, haciéndonos por él coherederos del Reino de Dios, a través de Jesucristo, por ende ¿quién es entonces digno de toda la gloria? Juan 1:3 dice al respecto… Todas las cosas por él fueron hechas, y sin él nada de lo que ha sido hecho, fue hecho.

Toda esa verdad por una parte, pero por otra, es solo cuestión de mirar la humanidad para darse cuenta de que se encuentra en el deterioro que está por causa de que el hombre se ha creído Dios, dueño y creador de todo lo que existe, atribuyéndose siempre la gloria de todo lo que hace, dice y piensa, el hombre se ha adueñado de lo que a Dios le pertenece por derecho, es así como cada vez que existe un descubrimiento científico, las gracias y el reconocimiento no se le dan al Dios de la creación, a aquel que creo los elementos antes de que fuesen descubiertos, sino al hombre que por la mente que Dios le dio, pudo descubrir lo que Dios siempre supo que existía, por ejemplo en el gran descubrimiento de la penicilina, los créditos los tiene el científico Alexander Fleming, que gracias a “su logro” científico venció la pulmonía, y se dice que hoy se han encontrado muchas más curas para las enfermedades microbianas, gracias a “su descubrimiento”, ¿estoy diciendo con esto que no hay merito personal? Pues claro que sí, siempre lo hay en todo orden de cosas, pero ese mérito es solo una consecuencia de lo que Dios nos da y de aquello que el mismo ha trabajado en nosotros, recuerden la imagen que vio el Apóstol Juan en Apocalipsis 4:10, donde los ancianos adoran y se levantan tan solo para volverse a postrar dejando a los pies del TRONO DE DIOS sus coronas ¡¡Solo Él es digno de toda LA GLORIA!!.

Con esto quiero decir, que otra de las razones por lo cual Dios no comparte su gloria con el hombre, es justamente por causa del hombre, por esa nefasta naturaleza pecaminosa que radica en él, ya que el hombre cuando tiene un poco de poder en sus manos, cuando siente que domina alguna situación o cuando alcanza algún grado de seguridad de algo, entonces al igual que Lucifer a punto de caer, se siento dueño, amo y señor de lo “posee”, dejando en claro así que el hombre caído no está capacitado para administrar tal magnifica gloria, por ello (gracias a Dios) el hombre no es Dios, aunque crea y quiera con todo su ser llegar a serlo.          El hombre caído no tiene la capacidad de ser depósito de tan eminente gloria.

Alguno dirá ¡¡pero la escritura dice “Le has hecho poco menor que los ángeles, Y lo coronaste de GLORIA y de honra. (Salmos 8:5)!! ¿Entonces el hombre si a sido coronado con gloria de parte de Dios? Pues eso es verdad en parte, El hombre ciertamente tenía la administración del imperio del mundo, y aunque aún quedan residuos de ese gobierno, no podemos negar que ahora el príncipe de este mundo no es el hombre, sino el diablo ¿y cómo el enemigo obtuvo tal “gloria”? pues justamente fue la caída del hombre la que lo corono como príncipe de este mundo (Juan 14:30), y por ende es él quien gobierna a todo aquel que no ha nacido de nuevo.
Por esto, el que no es participe de la naturaleza divina, aquel que no es templo del Espíritu de Dios no puede ser depósito de la gloria de Dios, ni participe de los beneficios del reino venidero ¿Por qué? Pues porque no está en él la capacidad de participar en tal honorable honra. ¡¡A pero yo nací de nuevo, tengo al Espíritu de Dios en mí, entonces yo podría obtener de parte de Dios la plenitud de su gloria!! Pues eso también es verdad en parte, porque debemos comprender una cosa, que aunque hemos sido justificados de nuestra maldad, y es la santidad de Cristo la que nos envuelve permitiéndonos llegar al cielo y estar con Dios, eso no quiere decir que la naturaleza caída, pecaminosa y carnal está ya completamente despojada de nuestra existencia, si fuera así, entonces en vano el apóstol Pablo dijo esto… En cuanto a la pasada manera de vivir, despojaos del viejo hombre, que está viciado conforme a los deseos engañosos (Efesios 4:22), si por el revestimiento de la santidad de Cristo, ya estamos despojados de toda la naturaleza caída, entonces eso sería sinónimo de que ya hemos alcanzado la madurez completa, la estatura de la plenitud de Cristo en nosotros, y por ende deberíamos ser ahora ya, dignos de recibir de parte del Padre celestial la honra, las riquezas, la nobleza y la magnificencia que le corresponderían a un hijo del Rey, pero tú y yo sabemos que ese día aún no ha llegado, aún nos falta avanzar hacia la unida plena de la fe, y mientras ese momento no llegue, todavía debemos despojarnos de la naturaleza caída, del hombre viejo y viciado, y esperar pacientemente la esperanza bienaventurada, el día de Jesucristo… aguardando la esperanza bienaventurada y la manifestación gloriosa de nuestro gran Dios y Salvador Jesucristo (Tito 2:13) y aunque esto es una realidad, no debemos perder la fe, el hecho que aún lo hayamos alcanzado, y que aún debamos despojarnos del viejo hombre, no significa que Cristo en su momento no lo logrará en nosotros… estando persuadido de esto, que el que comenzó en vosotros la buena obra, la perfeccionará hasta el día de Jesucristo (Filipenses 1:6). 

Ahora bien, sabemos que el hecho de ser depósitos de una naturaleza caída en nosotros, nos impiden ver a mayor plenitud la Gloria de Dios, pero no por ello debemos olvidar que también somos depósitos de la naturaleza divina, que el Espíritu de Cristo habita en nosotros, y por ese bendito Espíritu ahora nosotros, aunque estamos en el cuerpo, no vivimos conforme a la carne (si es que el Espíritu de Dios mora en vosotros… Romanos 8:9) y aunque tropezamos con las debilidades del viejo hombre, no desmayamos, porque el hombre interior, el que es a la imagen del creador, se va renovando día en día, formando así el Espíritu de Dios la imagen del Hijo en cada uno de nosotros (2ª Corintios 4:16) y cuando Jesús se ya hace visible en algún área de nuestro carácter, entonces la gloria del Dios vivo se derrama allí, porque ya no soy yo, sino Él en mí, y allí entonces su palabra se cumple ¡¡Toda la gloria pertenece a Él!! Porque de él, y por él, y para él, son todas las cosas. A él sea la gloria por los siglos. Amén. (Romanos 11:36) 

Es grandioso que un Dios tan perfectamente glorioso nos redimiera y diera pago del rescate por nuestras almas, y aunque estoy seguro que todos o al menos la mayoría de los que lean este mensaje, el saber de qué por gracia somos hoy participantes de la naturaleza divina por ser templos del Espíritu de Dios, no es ninguna novedad, puede ser grandioso y glorioso, pero no novedoso, y justamente es en ese tema que quisiera que meditáramos con este mensaje, ya que con el tiempo hemos dado por hecho muchas cosas que son demasiado medulares para la vida cristiana, que si no te toman en cuenta a tiempo, pueden poner en riesgo nuestra carrera hacia la estatura de Cristo.

Pablo dijo en la segunda epístola a los Corintios: Pero tenemos este tesoro en vasos de barro, para que la excelencia del poder sea de Dios, y no de nosotros (2ª Corintios 4:7) y La excelencia del poder de Dios se define como SU GLORIA, y aunque damos por hecho que en el éxito de cualquiera sea nuestra empresa, LA GLORIA ES DE DIOS, es decir el honor, la riqueza o reputación (entre otras)  le pertenecen SOLO A ÉL, muchas veces nuestras actitudes difieren tremendamente de lo que profesamos, alguno se preguntará ¿en qué te basas para hacer tal afirmación? Pues piensen solo un momento en esto ¿Cuántas veces no hemos predicado el evangelio por que al hacerlo quedaremos como locos o religiosos ante quienes nos escuchen y esa poca “honra o reputación” (gloria) que hemos ganado quedara por el suelo? O por el contrario, cuándo hemos sido usados por Dios y alguien nos dice ¡¡su mensaje me edificó!! ¿No hemos inflado nuestro pecho en orgullo al escuchar esas palabras? Y aunque nuestros labios han dicho ¡¡la gloria es del Señor!! Nuestro corazón a dicho lo contrario, pues eso mis estimados hermanos en la fe, es ROBARLE LA GLORIA A DIOS, nos hemos llevado SU HONRA, ya sea porque NO hemos hecho algo poniendo por delante nuestra integridad y honra, o por que habiendo hecho la obra de Dios, al ver el resultado nos hemos quedado con la aquella dignidad que no nos correspondía, con esa alabanza que debimos haber dejado en el altar de Dios, haciendo eso, aunque para alguno parezca una soberana ridiculez, le hemos usurpado al creador su Gloria, la eminencia que solo le pertenece a Él.

Una vez he oído la siguiente frase ¡¡cuando Dios me usa, La Gloria es para Dios y la fama para mí!! Pues eso no es otra cosa que engañarse asimismo y tratar engañar a Dios, el corazón que inventó aquellas palabras se ha estimado asimismo como digno, como si algo hubiera logrado por sí mismo, como si en él estuviera la capacidad de crear o sostener una vida, cuando claramente el único que la da y la quita es el Señor, tal corazón ha olvidado las siguientes palabras… Porque ¿quién te distingue? ¿O qué tienes que no hayas recibido? Y si lo recibiste, ¿por qué te glorías como si no lo hubieras recibido? (1ª Corintios 4:7) tal corazón aún vive según la vieja naturaleza, que al igual que el diablo quiere la eminencia y la gloria que solo pertenecen al Dios vivo, nuestro creador y el salvador de nuestras almas.

Claramente el Poder de Dios se deposita en vasos de barro, porque de lo contrario, la Gloria no sería de aquello que está dentro del vaso, sino del vaso donde se deposita, y aquí está la medula de este mensaje, muchos hoy se sienten de Plata, Oro o algún metal de gran precio, muchos “predicadores”, músicos y “artistas “cristianos”, se sienten tan dignos de ser usados por Dios, que de alguna manera creen haber alcanzado la Gloria de Dios en esta tierra, y no tan solo artistas, he visto gente que no siendo Pastor, predicador o “ministro” de alabanza, aún se siente digno de ir al cielo por su propia bondad, este pensamiento me lleva a las siguientes preguntas ¿te sientes digno de ir al cielo? Alguno dirá ¡¡pues he tratado de obedecer la palabra de Dios, he intentado servir al Señor, me he esforzado por vivir en santidad!! En conclusión entonces ¿eres digno de ir al cielo? Pues ahora respondamos la otra pregunta ¿crees que te mereces el infierno? ¡¡Por supuesto que no, soy un hijo de Dios!! Exacto, por el solo hecho de ser hijos de Dios ¡¡NO IREMOS AL INFIERNO!! Pero eso no nos hace menos merecedores de ir allí que cualquier otro mortal sin Cristo, la única diferencia entre un creyente y un inconverso no es nuestra santidad, ni nuestra honorable manera de vivir, no es nuestro conocimiento teológico ni la hermenéutica de nuestro mensaje, es NADA MÁS NI NADA MENOS QUE JESUCRISTO EN NOSOTROS, el único digno de toda la Gloria y Honra, ¿puedes comprender ahora lo que digo? Desde el momento que creemos que somos dignos de ir al cielo y demasiado buenos como para no ir al infierno, entonces estamos haciendo vano el sacrificio de Cristo y le robamos entonces SU GLORIA, porque nos hacemos a nosotros mismos dignos de ir al Reino celestial por nuestra bondad propia, sin la necesidad del sacrificio de Jesús.

Cuando en nuestro corazón esperamos el reconocimiento por haber hecho la obra de Dios, LE ROBAMOS SU GLORIA, cuando callamos para predicar el evangelio por miedo a la deshonra, LE ROBAMOS LA GLORIA A DIOS, cuando no pagamos los diezmos que nuestro Dios estableció como PRINCIPIO (no ley) en su palabra, entonces LE ROBAMOS SU GLORIA (riqueza), cuando nos sentimos honorables y buscamos sentarnos en las primeras bancas por ser Pastores, Maestros, Profetas o Apóstoles, entonces, LE ROBAMOS SU GLORIA, cuando nos sentimos ofendidos por ser corregidos LE ROBAMOS LA GLORIA A DIOS, y así la lista sería interminable de cuantas veces le hemos robado la Gloria al único digno de recibirla, porque aunque yo haga todo bien, aunque yo haga toda su voluntad, aunque logre vivir en la plena santidad que el anhela que yo viva, aunque me esfuerce por menguar y dejar que él sea más y más en mi cada día, aun así mi título es SIERVO INUTIL, ya que solo hice aquello que debía hacer y nada más ¡¡Gloria sea al Señor!!

Ahora cabe preguntarse ¿Por qué Dios no me ha usado aún, tal como me lo prometió o conforme a mis talentos? Pues porque aún queda mucho de mí en mí, y Dios tiene que trabajar en mí formándome como un vaso de barro, Él quiere que yo logre darme cuenta que mientras yo sea el centro de toda mi vida, entonces él no podrá derramar su gloria en mí, porque Él no la comparte con nadie ni nada, y la única manera en la que Él pueda usarme a mí para Su Gloria, es que Él logre hacer de mi UN VASO DE BARRO, para que la excelencia (GLORIA) del poder sea de Dios, y no mía.

Mientras yo me siga creyendo un vaso de Oro, Plata o que estoy envuelto en Rubí, podré ser ungido por el hombre, podré pertenecer a alguna organización religiosa, podré obtener incluso la Maestría en algún área Teológica, pero jamás podré ser usado por Dios, porque el estableció que su Gloria, su eminencia y su Honra quedarán depositadas en vasos simples y frágiles de barro, para que así todos pudieran ver la imagen del Hijo de Dios glorificarse y ni tomen en cuenta aquello que la envuelve, un insignificante frasco de puro y simple barro.

Dios te bendiga,
Profeta de Dios.