Romanos 14:8 Pues si vivimos, para el Señor vivimos; y si morimos, para el Señor morimos. Así pues, sea que vivamos, o que muramos, del Señor somos.
El Dios al cual nosotros seguimos y servimos se caracteriza por ser amoroso, comprensivo y muy bueno, salmos 103:3 dice al respecto Él es quien perdona todas tus iniquidades, El que sana todas tus dolencias; nuestro Dios es por esencia un Dios responsable de su creación y aún mucho más de aquellos que por su gracia somos hijos, él dice saber de qué cosas tenemos necesidad (Mateo 6:8) e incluso nos insta pedirle con confianza el pan de cada día (Mateo 6:11).
En definitiva, Dios tiene la característica de ser un ser que está pendiente y atento a las necesidades de nuestra vida, empezando por la incapacidad que cada ser humano tiene para llegar al cielo y supliéndola a través de su hijo, y aun proveyéndonos de las cosas que son necesarias para nuestro diario sustento. Recuerdo en una ocasión, estando recién casado y viviendo solamente con un sueldo, el gas para cocinar se nos estaba acabando, y no contábamos con el dinero para comprar uno nuevo, y al menos en unos 15 días más no lo tendríamos, y aquella circunstancia nos llevó a echar mano a la fe y orar por el balón de gas y clamar a nuestro Padre celestial que nos proveyera del “pan de cada día”, y como ya sabrán, Dios fue fiel a su promesa y el gas nos duró casi 2 meses más, alcanzando no solo para cocinar, sino también para hacer funcionar el calefactor de agua y así poder ducharnos. Ese es uno de los tantos testimonios que Dios nos ha permitido vivir junto a mi esposa, para comprobar que sus palabras no caen en tierra, si él dijo que sería fiel, lo sería, no importando ninguna circunstancia ni lo difícil que fuera, Él es fiel, simplemente porque él lo dijo, y lo dijo, así será.
Ahora bien, como lo he dicho otras veces, Dios permite que sus hijos vivan ciertas circunstancias adversas, con el fin de glorificarse Él en nuestras vidas, para mostrarnos su poder y demostrarnos su amor, y a través de las adversidades forjar nuestra fe en Él, y revelarse así de una manera más evidente en nuestras vidas, fue así como Job después de solo oír de Dios, terminó viéndolo, como los tres jóvenes en babilonia después de creer solo por convicción a las escrituras, terminaron en un horno ardiente que no quemaba y de la mano del precioso hijo de Dios, y así la escritura está repleta de experiencias de hombres que a través de las circunstancias adversas aprendieron a conocer a Dios de una manera tan profunda que de no haberlas vivido, les hubiera sido imposible haberlo conocido así.
Es nada menos que glorioso ver como Dios responde nuestras oraciones, solo piensa lo que siente tu corazón cuando vez que aquella persona por la cual oraste durante años para que su corazón de piedra se volviera en uno de carne, con al pasar de los años lo vez derretirse en el altar de una iglesia pidiendo perdón por sus pecados, o cuando al orar por el pan de cada día, al abrir los ojos luego de oración escuchas que alguien golpea tu puerta con aquella anhelada provisión (alegóricamente hablando) y si tu aún no has vivido el milagro de saborear la fidelidad de Dios en cualquier área, pues debes saber dos cosas, la primera es que te has perdido de conocer a Dios y deleitarte en él de una manera más sobrenatural aún, y lo segundo es que si quieres tomar el desafío de conocerlo así, solo debes pedírselo y no dudes que él lo hará, pero debes ser valiente para pagar el precio de ya no hacer las cosas en tus propias fuerzas, sino dejar a Dios ser Dios en toda tu vida.
Sin lugar a dudas, el hecho que Jesús responda nuestras peticiones aumenta nuestra fe y tranquiliza nuestro corazón, pero hay algo que debemos tener presente para vivir en un evangelio completo, y es que Dios no es el genio de nuestra lámpara, Él nos ama, Él tiene pensamientos de paz para sus hijos, Él es fiel para darnos el pan de cada día y es un Padre responsable y amoroso que conoce muy bien cuáles son nuestras necesidades, pero, nada de eso es sinónimo que jamás las circunstancias de nuestra vida no serán adversas, el pensar que las situaciones difíciles no provienen de Dios es el equivalente a sacar el libro de Job del canon bíblico, con todo esto quiero decir, que Dios puede escuchar todas nuestras oraciones, pero el hecho de que el las oiga no da por hecho que las responderá, y aún, respondiéndolas no siempre lo hará de la manera que tú y yo estamos esperando, él es Dios, él manda y él sabe, por ende él tiene toda la soberanía para determinar de qué cosas realmente estamos necesitamos y por qué circunstancia necesitamos pasar, y que peticiones no son otra cosa que egoísmo revestido de religiosidad que simplemente quiere satisfacer un deseo carnal de nuestro caído corazón, hermano amado, te guste esto o te desagrade, pero Dios es más sabio que tú y yo juntos, Él sabe lo que hace.
Es aquí donde nuestra fe sufre una metamorfosis y crece o se enferma y cae, donde lo que pedimos o “creemos es una necesidad imperante” no es suplido de la manera que pedimos ni el tiempo que estimamos, es en ese momento donde la circunstancia comienza a mostrar el poder que tiene en sí misma, tanto así que aquella situación puede volverse un dios para nosotros y cautivarnos y ensimismarnos, destruyendo poco a poco nuestra fe en el verdadero Dios.
El Señor me ha demostrado que las circunstancias tienen la capacidad de mostrarnos quienes somos realmente, si en nosotros hay un carácter maduro y practico o infantil y complicado, y tanto las circunstancias adversas como las que se nos dan fáciles nos muestran cual es el carácter que prepondera en nuestro corazón, por ejemplo ¿Cómo reaccionamos al ver respondida la petición de nuestro corazón? Pues, nada menos que con una sonrisa que abarca toda nuestra cara, porque vemos como el amoroso Padre celestial quiere incluso alegrarnos el corazón con un presente, pero ¿Cómo reaccionamos cuando han pasado semanas, meses o incluso años y pareciera que nuestras oraciones no suben más alto que el techo de nuestro hogar? Pues, siendo lo suficientemente sincero conmigo mismo, debo reconocer que no me siento para nada bien cuando aquello ocurre, no hay una sonrisa cristiana en mi cara, no hay animo de hacer caridad, aparentemente mi corazón “lleno” del amor de Dios, no palpita sentimientos de bondad ni para mis amigos y menos para mis enemigos, y me siento un poco como ese personaje de caricatura llamado “mala suerte” al que lo seguía una nube negra y lluviosa por donde fuera que iba ¿no es esa también tu actitud? Pues, déjame decirte que hasta allí llega nuestra madurez espiritual, hasta ese momento llega nuestra solida fe, es hasta la circunstancia adversa donde se muestra realmente quienes somos y sobre que estamos parados, y sobre qué hemos construido nuestra fe, si lo hemos hecho sobre la arena donde las circunstancias adversas derribaran nuestra casa o sobre la roca, donde ninguna circunstancia, por fuerte que esta sea, nos hará tastabillar de nuestra fe.
Si en las circunstancias adversas de nuestras vidas aún predomina un espíritu amargoso y deprimido, entonces eso demuestra que ante el problema dejamos de ver al Dios todopoderoso de nuestro lado y coronamos al “dios” llamado circunstancia, para que desde la mala noticia comience a decirnos como vivir nuestra vida cristiana, determinando ese “dios” con el poder de su adversidad el estado de nuestro ánimo, es que no podemos negar que todavía nos falta demasiado para llegar a ser como Cristo, todavía estamos temerosos en el valle del problema mirando a aquel gigante que nos desafía diciéndonos ¿Dónde está tu Dios ahora? Y nuestro corazón le cree a ese “gigante” que hace tiempo está decapitado, en vez de creerle al verdadero y poderoso gigante que venció en la cruz, pagando la deuda que verdaderamente era impagable y regalándonos con su resurrección la vida eterna que realmente era imposible obtener sin ese milagro.
Que poderosas pueden llegar a ser las circunstancias y que determinante son en nuestras vidas aquellas situaciones descolocadoras, si es solo cuestión de recordar como aquella mala noticia nos amargo al día o como aquella buena nos la alegro, y no digo con esto que nuestros sentimientos deben anularse, porque Dios no hace eso con nosotros, Él creo los sentimientos para que pudiéramos experimentarlos, si fuera pecado sentir pena o alegria, entonces Jesús hubiera pecado, el tema no va por convertirse en un ser anulado, que nada lo hace sonreír o llorar, es legítimo gozarse y airarse, está permitido sentir amor e incluso odio (contra el pecado) el problema radica en que en nuestro corazón caído movido por las emociones (también caídas) cada vez que las cosas no se dan como uno quiere, entonces esas emociones le permiten a las circunstancias determinar, incluso, la manera en que vivimos nuestro cristianismo, y es que si las circunstancias no tuvieran poder para determinar que decisiones debemos tomar en nuestra vida, entonces Dios ni se preocuparía de estas, pero lamentablemente (para nosotros) son las circunstancias las que determinan desde nuestro estado anímico hasta con quien nos casaremos, por lo tanto las circunstancias son poderosas para determinar inclusive, si seguimos en el camino de la fe o si lo dejamos definitivamente. Por ejemplo ¿Qué factores circunstanciales determinan donde nos congregaremos? Pues si la iglesia nos gusta (¿le gustará a Dios?) si queda lejos o cerca de casa, si el pastor dice lo que a mí me parece correcto o no, etc., las circunstancias determinan como y donde desenvolveremos nuestra fe, también por ejemplo determinan como viviremos nuestro cristianismo ¿amamos a nuestro enemigo? ¡¡A no, es que él me daño demasiado!! Dirá alguno, ¿entonces dejamos que aquella circunstancia que ocurrió en ese momento con esa persona determine si OBEDECEREMOS O NO la palabra de Dios? ¡¡Si estoy cansado o llueve mucho, hoy no me congregare!! ¡¡Si no me alcanza el dinero este mes no diezmare!! Pues ¿son las circunstancias las que muchas veces determinan la manera en que vivimos nuestro cristianismo? si es así, entonces, aunque duela, el cristianismo que estamos viviendo es uno de juguete e infantil, porque la meta del cristiano es llegar a ser como Jesús, y Él nunca vivió por las circunstancias, de ser así, hasta el día de hoy Jesús no hubiera entrado a Jerusalén, porque allí lo odian y querían crucificarlo ¿ridículo verdad? Pues así de ridículo considera Dios nuestra actitud cada vez que dejamos que el “dios circunstancia” se corone en el trono de nuestra situación, en vez de seguir mirando al Padre por sobre toda circunstancia, sabiendo que Dios es mucho más poderoso que cualquier dificultad que estemos viviendo, por compleja que esta sea. Hemos dicho “Dios es más grande que tu problema” pero en el fondo no creemos que este principio sea aplicable a nuestra situación en particular.
Ahora bien, es innegable que las circunstancias tienen el poder de robarnos la fe, de hacernos flaquear, e incluso en algunos casos de sacarnos del camino del evangelio y volvernos atrás, pero, Dios tiene un poder mucho mayor que las circunstancias, y Él sabe cómo usarlas para que en vez de que estas nos saquen del camino de la fe, más bien nos transformen de tal forma que podamos seguir al Señor no en virtud de las circunstancias, sino, a pesar de ellas, y cuando digo a pesar de ellas, no solo me refiero a los malos momentos de la vida, sino también a los buenos, ya que muchas veces he visto a gente que en medio de la adversidad clamaron, clamaron y clamaron salvación a Dios, mas cuando Dios les salvó de su mala racha, no hicieron más que dar media vuelta y seguir sus propios caminos, tal y como jóvenes estudiantes que conozco que permanecían firmes y congregándose sin falta, que pidieron a Dios una respuesta para llegar a la educación superior, y que luego de haberla obtenido, ellos ya no están en los caminos de la fe o su compromiso con la obra decayó considerablemente, les va muy bien en sus estudios, sin embargo, ya casi ni se congregan ¿Qué ridiculez, verdad?. Pues Dios tiene el poder para hacernos fieles a pesar de nuestras de nuestras buenas y malas rachas, y para eso usará las justamente las circunstancias, pero es allí (como dije hace un momento) donde se mostrará quienes somos realmente cada uno de nosotros, es allí donde también deberemos tomar la decisión de, avanzar y seguir en pos de el Señor a pesar de la situación difícil, o hundirnos en medio del mar de nuestros problemas quitando la mirada del maestro.
Dios quiere de nosotros un carácter maduro, quiere formar en nosotros creyentes que realmente lo amen con todo su ser, con toda su alma, por sobre toda circunstancia adversa o no adversa, Él anhela tener un pueblo que lo ame tanto cuando habrá el mar para sacarnos en seco de la esclavitud, como cuando en medio del desierto ardiente el sol nos queme la espalda y escasee el agua, es decir, que nuestra mente este tan comprometida con nuestro amor por Dios, que podamos decir como Pablo, ya sea que vivamos o muramos, del Señor somos, no importa si hoy se me entero que recibí una herencia gigantesca y que todos mis problemas económicos se resolvieron, o que hoy me detectaron un cáncer terminal y ni todo el dinero del mundo me podrá salvar, no importa lo que suceda, ya sea que vivamos abundantemente o estemos a punto de morir de inanición, lo que el Señor anhela es que independientemente de la situación que estemos viviendo lo amemos a Él y le demos honra.
Que difícil parece ser a veces la vida cristiana ¿verdad?, sobre todo cuando piensas que teniendo un Dios tan grande que podría suplir incluso hasta los caprichos más básicos de tu corazón, habrán momentos donde Él querrá que tú y yo pasemos por el desierto, solamente creyendo que Él es un Dios que te ama y que no te dejará desfallecer, o incluso si el permite que muramos, Él quiere que tengamos la convicción de que somos de Él aún en ese crudo y triste momento y que Él mejor que nadie, sabe lo que hace con nuestras vidas. Se ve difícil si se lo mira así, pero solo piensa un momento ¿qué sentirías tú, si tu hijo te amara con todo su ser cuando depositas un regalo para él a los pies del árbol de navidad, mas al otro día en la mañana ni se preocupa de saludarte, y te volvieras un perfecto extraño para él? Y no volviera a dirigirte la palabra hasta el día de su cumpleaños donde nuevamente traerás un presente para él, ¿no querrías mejor que él te amara, le regalaras algo o no pudiendo hacerlo? ¿No quisieras que él te dijera, ¡¡Papá, te amo aunque no puedas celebrar mi cumpleaños!!? Pues, aunque Dios puede darte todo lo que deseas, Él anhela que tu mayor deseo sea estar con Él, y para eso usara las circunstancias, para probar si en ti hay un corazón que ama las dadivas o, que agradeciéndolas ama por sobre toda circunstancia al dador.
Debemos entender que Dios es soberano, y no me digas que tú ya conoces esa verdad, porque aunque tú la sabes aun no la conoces íntimamente, si fuera así entonces, cuando en la vida perdiéramos aquello que más amamos, nuestro corazón aún estaría confiado en que Dios sabe lo que hace. Uno no sabe cuánto ama a Dios, hasta que Él permite que las circunstancias nos pongan en jaque y tengamos que decidir si es Dios el Señor de todas nuestras circunstancias, o son las circunstancias las que se coronan como dios y comienzan a exigir nuestra adoración.
Hermano amado, Cristo quiere que aprendamos a vivir está palabra… Y sabemos que a los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien, esto es, a los que conforme a su propósito son llamados (Romanos 8:28), la madures espiritual en esta área no radica en que todo vaya bien o como nosotros esperamos que vaya, radica en aquellos que aman a Dios por sobre toda circunstancia, por que aquellos son los que son llamados conforme a su propósito y pueden ser usados por él. Solo imagina la frustración de un misionero en el amazonas cuando deba comer gusanos para sobrevivir mientras le predica a los indígenas ¿será que Dios abandonó a ese misionero? Por supuesto que no, lo que pasa es que ese misionero ama a Dios tenga o no provisión para comer ¿tenemos nosotros ese carácter? Quizás alguno si, y doy gracias a Dios por lo que Él ha hecho con esa persona, puedo ver a Cristo en él, amando al publicano y abrazando al leproso, comiendo con los borrachos y llevando aliento y una nueva oportunidad a las prostitutas. Hermanos amados, así era Cristo, y es hasta allí donde Dios nos quiere llevar, quizás no todos seamos misioneros ni todos tengamos la capacidad comer cosas asquerosas para sobrevivir, pero si todos podemos llegar a amar al Señor (y debemos llegar) por sobre cualquier situación que nos toque vivir, y una vez que aprendamos a amarlo a pesar de que no todo se nos dé como queremos, entonces aprenderemos a apreciar a Dios y su amor por sobre toda circunstancia en esta vida.
Amado en Cristo, recuerda que nada ni nadie nos puede separar del amor a Dios, mas cuando aprendamos a apreciar como un tesoro incalculable esta verdad, entonces estaremos listo para decirle al “dios” circunstancias ¡¡no te adorare, porque yo y mi casa serviremos a Jehová, pase lo que pase!!
Dios te bendiga,
Profeta de Dios.
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