Números 26:64-65 Entre esta gente
no había ninguno de los que habían sido censados por Moisés y Aarón en el
desierto del Sinaí, porque el Señor había dicho de ellos: «Morirán en el
desierto». Ninguno de ellos sobrevivió excepto Caleb hijo de Jefone y Josué
hijo de Nun. (PDT).
Es
imposible leer el libro de éxodo, y no quedar asombrado del poder y los
prodigios que Dios usó para salvar a su pueblo de la esclavitud. Solo piénsenlo, Israel no tenia la más
minima oportunidad de salir de Egipto, ellos estaban confinados a una “eterna” esclavitud, generación tras
generación, la aspiración más sublime que podían tener, era de no ser extintos
por la mano opresora de faraón, vivir un día más era todo el beneficio que había
para ellos en la casa de esclavitud. Bueno,
en ese escenario aparece Moisés en nombre de Jehová, para deshacer los siglos
de esclavitud que había sido sometido el pueblo del Dios vivo.
Es
por lo menos gratificante saber que Dios está bien dispuesto siempre, a
escuchar el clamor de su pueblo, y a actuar a favor de él.
Jehová
no escatimo en nada su poder para rescatar a su pueblo, hizo prodigios, envío
plagas, que a su vez deshizo luego de la simple oración de su siervo, solo para
mostrar su Gloria, salvo de la muerte a los primogénitos de Israel, les abrió
el mar rojo delante de sus ojos para que pasasen en seco, y finalmente cerró
ese mismo mar, aplastando a los enemigos de su pueblo. Definitivamente,
cuando Jehová quiere salvar a alguien, no escatima ni un poco de su poder, para
glorificar su propio nombre a favor de su pueblo. Y todo no termina aquí, tenemos la nube de gloria que guía al
pueblo bajo su sombra, hacia la tierra prometida, la columna de fuego de noche
que brinda protección y luz, el maná que cae desde el cielo a diario, la peña
de Horeb que brinda refrigerio, codornices por doquier y la “excelente” calidad
de vestimenta que jamás envejecía ¿no es Dios el ser más maravilloso? Es
que insisto, cuando Jehová desea salvar a alguien, NO ESCATIMARA NI UN POCO SU PODER, Él tiene poder para transformar
cualquier realidad y circunstancia, no importa si estamos sumidos en la más
miserable esclavitud, Dios tiene poder para hacer de una mazmorra, un lugar
lleno de libertad con su presencia, Él puede transformarlo todo si lo desea, su
poder no tiene limites ni fin, Él puede hacer, como lo hizo con Israel, que hoy
estemos en esclavitud y mañana en completa libertad, Dios puede hacerlo.
Pero,
el asunto de todo esto no es solamente lo maravilloso del poder de Dios derramándose
a favor de su pueblo, sino más bien, la desgracia de la naturaleza caída que
entorpece y pone limites al poder de Dios y su propósito.
No
es grato lo que voy a escribir en adelante, pero es la triste realidad, el
hombre esta completamente limitado, lleno de miedos, frustraciones y malo hábitos,
y en muchas ocasiones, eso es lo que llena los corazones de gente “creyente”,
que se congrega junto a nosotros en la iglesia, se sienta junto a nosotros,
canta junto a nosotros, pero aunque “aparentemente” han alcanzado su
Canaán, aún están en Egipto, no por que Jehová no tenga poder, no por que no
haya hecho prodigios y milagros, no por que Dios haya retenido en algo su
Gloria, es simplemente por que “las cebollas y los puerros” son más
valiosos que el pan que cae del cielo, y que el experimentar una libertad
incalculable.
Todos
sabemos que la generación que salio de Egipto, no entró a la tierra que Jehová
les prometió.
Por
favor, comprenda, el plan de Jehová era que TODOS LOS QUE SALIERON DE EGIPTO ENTRARÁN VIVOS A CANAÁN, pero fue
tal la dureza del corazón de ese pueblo, que NINGUNO de los adultos que vio los prodigios de Jehová, pudo
disfrutar de la grandeza y las bendiciones de la tierra prometida.
Eso
es lo que hoy veo en las iglesias, gente que un día experimentó el poder de
Dios sobre su vida, rompiendo las cadenas de su esclavitud, de drogas, alcohol, malos hábitos, problemas familiares, pornografía,
y ataduras en general, pero que hoy, aunque vieron el poder que los libertó
(La Cruz), aunque viven y
caminan bajo la nube (la congregación), aunque comen del
maná que cae del cielo (la palabra), y aunque de tiempo en
tiempo beben de la peña de Horeb (la presencia del Espíritu Santo) DE
TODAS FORMAS, NO ENTRARÁN EN LA TIERRA
PROMETIDA. ¡¡QUE
TERRIBLE SITUACIÓN!!.
Jesús
dijo “pero
el que persevere hasta el fin, ese será salvo” (Mateo 24:13) y hoy más
que nunca estoy convencido de eso, por que el asunto ya no radica en Dios
solamente, sino en ti y en mi.
En
una carrera de atletas, no todos ganan el primer lugar, sino uno, solo uno,
todos corren, todos empiezan la carrera, todos de alguna manera tienen la
esperanza de ganar, pero el asunto no es solo empezar la carrera, sino
terminarla. Al cielo no entran los “casi”, sino aquellos que logran
llegar al final, tal y como paso con Israel, ningún adulto de esa generación
entró en la tierra prometida (excepto dos) por que empezaron la
carrera hacia la libertad, pero su tozudo corazón no les permitió terminarla.
Quizás
alguien estará pensando “pero yo deje el pecado (Egipto), no vivo
como antes, me congrego, soy más o menos fiel a Dios ¿Por qué no he de entrar a
Canaán?” pues, quiero que pienses un momento en esto ¿Moisés
entró a Canaán? NO ¿y por que? Por que a pesar de que debió
entrar por ser el más justo de todos los hombres de su época, SE IMPREGNO TANTO DEL PUEBLO REBELDE, QUE MURIÓ
JUNTO A ÉL.
En
ti quizás está la llama del fuego del Espíritu Santo, quizás conoces “algo
de Dios” y sabes como debes caminar, pero si no te estas rodeando de la
gente correcta, de aquellos que si entrarán en la promesa, entonces, terminarás
perdido en el desierto, como todos los que te rodean.
Moisés
debió entrar, pero no lo hizo, por haberse rodeado de la gente incorrecta. Cuídate de donde te congregas, por que
en tu iglesia pueden “estar bajo la nube, comer maná del cielo y
beber del Espíritu de tiempo en tiempo” pero de todos modos esa
congregación no entrará a Canaán, por que aunque “son libres” VIVEN COMO
ESCLAVOS EN SU CORAZÓN, el mundo y la carne tienen más autoridad en sus
vidas que el Poder libertador del Dios vivo.
Esta
es la triste realidad, porque el Señor había dicho de ellos:
«Morirán en el desierto». Ninguno de ellos sobrevivió… (Números 26:65). Por favor piensa en esto, NINGUNO DE LOS QUE SALIO DE EGIPTO VOLVIÓ A
ENTRAR EN ÉL, sin embargo, TAMPOCO
NINGUNO ENTRO EN LA TIERRA PROMETIDA
¿comprendes lo que te digo? ya no
importa tanto si saliste o no del mundo, por que si en ti no hay UN ESPÍRITU SUPERIOR y valiente, como lo hubo en Josue y
Caleb, MORIRÁS EN EL DESIERTO COMO EL
RESTO DE LOS “ESCLAVOS”. Ya
no importa tanto si saliste de Egipto (el mundo) sino más bien si llegarás
a Canaán (el propósito de Dios), al fin y al cabo, uno no sale de la
esclavitud para vivir en el desierto, sino para VIVIR EN UNA TIERRA DONDE FLUYE LA LECHE
Y LA MIEL.
Si
tu vida espiritual es infructífera, si no has podido proyectarla en otro ser
humano, si tus labios no se abren para al bien del evangelio, y si llevas
tiempo en “la iglesia” y nada
prospera, entonces es por que estas viviendo en el desierto, por que allí nada
florece.
Finalmente,
esto debe hacernos reflexionar en hacia donde llegaremos, hoy puede parecernos cómoda
nuestra estadía sin mayores conflictos en el desierto, pero estoy seguro que el
mismo hecho de no sentirnos desafiados a diario por la escritura, es aquello
que hoy nos puede tener en el desierto. No he leído jamás sobre ningún fariseo
crucificado ni decapitado, sin embargo, si leo de un Juan el Bautista decapitado y un
Jesús crucificado ¿por qué? Simplemente por que no se acomodaron a lo placentero
de su carne, ni se conformaron con lo que había, desafiaron su
realidad, oyeron y obedecieron el llamado hecho por Dios, y pagaron el precio
que se paga cada vez que en este mundo se levanta alguien a decir y a hacer las
cosas de la manera correcta, a la manera de Dios, ¿hubo recompensa? Claramente la hubo, uno fue el mayor profeta de
los nacidos de mujer, y el otro venció a la muerte, y compro una iglesia
gloriosa con su sangre.
No te conformes con aquello que una vez
viste y viviste, hay más en la tierra
prometida, no evites los gigantes, no
cambies la leche y la miel, por cebollas y puerros, no te limites a la “seguridad” del desierto, cuando el
quiere darte la tierra por heredad. Hay
más, ve por él, no te mueras en el desierto cuando es Jehová quien quiere darte
la Tierra
prometida.
Dios te bendiga,
Profeta de Dios.
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