29 mar 2010 |

La Verdad te hará Libre


Juan 8:30-33 Dijo entonces Jesús a los judíos que habían creído en él: --Si vosotros permanecéis en mi palabra, seréis verdaderamente mis discípulos; 31 y conoceréis la verdad y la verdad os hará libres. 32 Le respondieron:--Descendientes de Abraham somos y jamás hemos sido esclavos de nadie. ¿Cómo dices tú: "Seréis libres"? 33 Jesús les respondió: --De cierto, de cierto os digo que todo aquel que practica el pecado, esclavo es del pecado.

Muchas de las personas (sobre todo del mundo) que hoy no estiman importante el congregarse, el orar o el leer la biblia, son personas a las cuales tu les preguntas si creen en Dios y ellos te responden ¡¡Claro que si, yo tengo mucha fe, yo nunca me duermo sin rezar!!, y tomando en cuenta de que esto fuera cierto y aquel “creyente” nunca se durmiera sin antes dar gracias a Dios por la vida, pues creo que aquel “creyente” es más constante en la oración que muchos cristianos promedio que yo conozca, que regularmente al acostarse le dedica dos horas a la televisión basura y luego antes de que el sueño lo venza, se despide “a lo compadre” de Dios, diciendo en medio de un bostezo ¡¡buenas noches Señor, gracias por todo!!, amen.

Esta triste realidad nos dice que la oración para el cristiano promedio es algo que no tiene importancia, es algo no relevante. Pero, a pesar de que “quizás” el creyente mundano sea un “hombre de oración” más que el cristiano promedio, eso no significa que este creyente sea definitivamente salvo. Santiago dice Tú crees que Dios es uno; bien haces. También los demonios creen, y tiemblan. (2:19), esto quiere decir que no basta tan solo con creer en el Dios de Israel o creer que Jesús es el Señor, por que creerlo no basta para llegar al cielo, es necesario algo que va mucho más haya que simplemente creer que Dios es Dios.

El texto de Juan 8:31 dice que llegara el momento donde la verdad nos hará libres, ¿libres de que dicen muchos? Pues libres del pecado que hoy los ata, pero para que esa libertad se haga efectiva en las personas, el creyente debe pasar del estado de simple creyentes a ser discípulos de Cristo, ya no siendo solo oidores de la palabra, sino permaneciendo en ella.

Un discípulo se destaca por muchas cosas por sobre el creyente, para empezar el discípulo decide ya no solo creer en su maestro y a su palabra, sino que decide seguirle donde sea que este vaya, bajo cualquier circunstancia y a obedecer los mandatos de su maestro no importando el precio ni las consecuencias que esta obediencia pueda significar, por el contrario un creyente puede creer toda la vida que Jesús es el hijo de Dios, puede necesitar a Jesús e intentar buscarle en medio de la adversidad, pero jamás seria capaz de dejar todo lo que tiene y seguir a Jesús donde sea que este vaya, como tampoco se somete a su palabra, ni la obedece a cabalidad cuando este hecho implique alguna perdida para él; el discípulo ama a su Señor por sobre todas las cosas, le busca a él para tomar sus decisiones, busca su aprobación antes de emprender un proyecto, y su prioridad es agradar a su Señor antes que si mismo, en cambio el creyente realiza sus sueños y proyecto no importando la opinión de su Señor, no le pregunta a Jesús si el luchar por cumplir un sueño personal es parte o no del propósito que Dios tiene para él, solo busca el respaldo divino cuando se le desmorona la torre de logros personales que el mismo construyo egoístamente. En fin, un discípulo es tan distinto de un creyente, que lo único que tienen en común estos dos, es que creen en el mismo Dios, pero no le sirven de la misma manera.

Jesús con sus originales palabras y su cautivante doctrina logró despertar la credulidad de muchos judíos de su época, sin embargo, el mismo les esclarece que no basta solo con creer en él para ser libres del pecado, sino que deben pasar a las siguiente fase, es decir, volverse sus discípulos, y la única manera de llegar a ser un verdadero discípulo de Cristo, era oír su palabra y PERMANECER EN ELLA, de lo contrario nunca conocerían la verdad, y esta verdad jamás los haría libres.

Este panorama bíblico es prácticamente una profecía que se cumple hoy, tu y yo somos creyentes y eso tenemos en común con millones de cristianos que viven en este planeta, pero ¿creer que Jesucristo es el Señor basta y sobra para ser llamado discípulo de Jesús?, pues la escritura declara que NO, para ser su discípulo hay que ciegamente y en cualquier circunstancia obedecer su palabra.

Existen cristianos que viven como el mundo, disfrutan de los deleites que este les da, comen y beben como el mundo lo hace, tienen amigos mundanos y comparten junto a ellos sin jamás hablarles de Cristo o darles un ejemplo de cómo vivir en santidad, pero curiosamente estos cristianos nunca tiene problemas espirituales con el maligno ¿por qué? Pues simplemente por que no son ninguna amenaza para él. Sin embargo, hay otro pequeño puñado de cristianos que si tienen serios problemas espirituales con el diablo, por el hecho que prefieren levantarse en la madrugada a buscar el rostro del Señor en oración, mientras todos los demás duermen, tienen dificultades a diario por que muestran su fe sin ninguna vergüenza y negarse a compartir la vileza del mundo con los mundanos, siempre en ellos hay un espíritu empático que no solo busca el bienestar propio, sino que vive su fe entregando lo mejor de si mismo a los demás, esos cristianos a diferencia de los primeros, han pasado de ser unos simples creyente religiosos más, a ser unos verdaderos discípulo de Jesús, que ya no tan solo oyen la palabra los domingos, sino que se dedican a vivirla durante los siete días de la semana. Estos discípulos son una verdadera amenaza para las tinieblas, por que sus vidas (que son una constante dedicación y esfuerzo para llegar un día a ser como Cristo), son una luz ejemplificadora que da vida a la palabra que Cristo predicó.

El propósito de Cristo en la tierra aún es rescatar lo que se había perdido, el vino a libertar a los cautivos, pero no a los que se encontraban en una cárcel física, de la cual por medios humanos se puede salir, sino de la cárcel del pecado, de la cual nadie hasta el momento que el Señor piso la tierra pudo ser libre. Por todo ello el predicó el evangelio, con la finalidad de que el hombre obedeciera su palabra y fuese libre, no tan solo creyera que la palabra podría libertarlo, sino que viviera esa palabra con la finalidad de ser verdaderamente libre.
La verdad del evangelio tiene ese precioso poder romper cadenas que nada más en este mundo puede romper, pero para que una persona pueda ser libre de su pecado debe traspasar la barrera del oidor que solamente cree y volverse un discípulo que obedece la palabra de su Señor. Desgraciadamente muchos hoy estamos tan engolosinados con lo que el mundo nos ofrece, que no somos capaces de cortar definitivamente con aquello que sabemos nos hace mal, pero de igual forma lo hacemos.

Muchas veces me he preguntado ¿por que cristianos que antes han sido drogadictos, vuelven al redil de Cristo, pasan un tiempo bien y luego recaen en la droga? ¿Será que el Señor no tiene el poder para hacerles libres de ese pecado? Pues leyendo la escritura nos damos cuenta que Jesús mismo nos dice que existe una posibilidad de que seamos libres, y es conocer y vivir la verdad del evangelio de Cristo.
Regularmente las personas que recaen en su pecado, no solo en la drogadicción que es un pecado visible, sino también en la mentira, el chisme, las palabras obscenas, etc. Reinciden en su falta por que justamente han hecho lo contrario de lo que su Señor les ha dicho en su evangelio, han caído en la soberbia de decir “yo puedo solo”, han endurecido su corazón por su orgullo, o han decidido que luchar contra la tentación de caer es más fuerte que la verdad libertadora de Cristo. No critico en sí a todos aquellos reincidentes de su pecado, si hay vida aún hay una oportunidad de arrepentirse, al fin y al cabo todos rendiremos cuentas personales al Señor, pero no me digan que Cristo no tiene poder para hacerles libres, por que yo mismo y un montón de cristianos más hemos sido presos de pecados como el tabaco, el alcohol, el robo y más, sin embargo, al obedecer la verdad del evangelio de Cristo, él nos ha hecho libres y más aún él mismo es fiel para guardarnos sin caída (Judas 1:24). Si alguien recae por ser tentado, no es por que Cristo no tenga el poder de librarle y sostenerle, sino por que él mismo pecador ha decidido deleitarse en su propia concupiscencia.

Yo no se cuantos creyentes realmente serán salvos, ya que muchos de los que reincidentes nunca han dejado de creer que Jesucristo es el Señor, pero sin embargo la libertad que les ofrece el seguir a Cristo les ha sido más pesada que la carga del pecado que llevan a cuestas, pero no por que el yugo del Señor sea gravoso, sino por que no han decidido en lo profundo de su corazón ser verdaderos discípulos de Cristo, por todo los costos que esto implica.

La Biblia narra que un joven rico se acercó a Cristo y le encaro todas sus buenas obras para llegar al cielo, mas Cristo le dijo: ¡¡deja todo lo que tienes, regálalo a los pobres, y ven y sígueme!! (se mi discípulo; Mateo 9:21), al oír esto, el joven rico se fue triste por que tenia demasiados bienes, es decir, sus posesiones eran demasiado importantes como para que en un día él fuese capaz de regalar todo y pasar de ser un simple creyente de Cristo, a ser un discípulo de Cristo. ¿Cuántos de nosotros seriamos capaces de dejar padre o madre, hijo o esposa, trabajo, dinero y posesiones con el único fin de seguir a Cristo hasta la vida eterna? Quizás Jesús no nos ha pedido aún que dejemos alguna de todas estas cosas y/o personas, ¿pero si un día el maestro cruzara por el sendero de nuestro caminar y nos dijera ¡¡¡deja aquello que tanto te gusta y te deleita, toma tu cruz y sígueme!!! Cual seria nuestra respuesta?

El Señor es bueno, y quiere traer libertad a todos y cada uno de los hombres de esta tierra, pero depende de cada uno de ellos el tomar la buena decisión de seguirle locamente enamorado de él hasta la misma eternidad, con todo el costo que ello implica y sin mirar atrás, o seguir siendo unos simples creyentes buscadores de un buen destino terrenal, pero definitivamente lejos de toda riqueza celestial, y quizás aún hasta lejos de la verdadera salvación.

Estamos definitivamente en los últimos tiempos, Cristo esta a la puerta de llevarse a su iglesia al cielo, y depende de cada uno de nosotros ser unas simples vírgenes creyentes e insensatas, o ser unas vírgenes discípulas y prudentes que esperan impacientes la pronta llegada del amado Señor y esposo de la iglesia.

Piénsalo bien estimado lector, si eres un simple creyente que no guarda los mandamientos de Cristo, es posible que no escuches la trompeta del Señor en su venida, mas si has decidido seguirle a él como un fiel discípulo, impaciéntate querido hermano, por que nuestro amado Señor ya viene por nosotros.

Dios te bendiga,

Profeta de Dios