3 jun 2010 |

¿A Quien pertenecemos?


Romanos 14:8 Si vivimos, para el Señor vivimos; y si morimos, para el Señor morimos. Así pues, sea que vivamos o que muramos, del Señor somos.

La vida es el bien más preciado por el hombre, aún más preciado que la libertad, y a pesar de que muchas personas pareciesen amar los bienes mucho más que sus vidas, de todas maneras si en sus corazones hubiese tiempo de escoger en alguna catástrofe, entre sus vidas y sus bienes, definitivamente sus vidas tienen la prioridad.

El hombre tiene un amor por su vida tan intrínsico que sin darse cuenta, se niega a morir, de hecho la mayoría de las personas vive la mayor parte de su vida como si jamás fuese a envejecer y por ende, como si jamás llegase a morir. Es por ello que existen tantas enfermedades que llegada la vejes son incurables, pero si en la juventud hubiese habido una preocupación por el mañana, sin duda alguna esa enfermedad nunca hubiese llegado a ser incurable, así mismo la obesidad mórbida es totalmente tratable en un comienzo, pero casi imposible de regular cuando ya se tiene un sobrepeso exuberante, en definitiva, una de las razones por las cuales los hombres pagan consecuencias de sus actos cuando al alcanzado la edad mayor, es por que en su juventud, el hombre por naturaleza siente que jamás perderá ese bien tan preciado y hermoso para la mayoría de la gente, es decir, LA VIDA.

He oído decir, LA VIDA ES LO PRIMERO, y creo que dicen verdad, por que una persona puede perder todos sus bienes, puede perder todo su dinero, puede perder su trabajo, sus sueños, sus anhelos más profundos, pero mientras no pierda la vida, aún puede recuperar sus bienes, su dinero, trabajo y aún puede volver a soñar y luchar por cumplir un anhelo, mientras hay vida existe la clara oportunidad de volver a empezar.

Desgraciadamente todos los hombres y todo ser viviente en esta tierra esta condenado a que la bendición de la vida se acabe alguna vez, aquello por lo cual luchamos y cuidamos con tanto ahínco, tiene un fin, y ese fin es implacable, ocurre si o si, ese fin viene para toda la creación, y para cada uno en particular.

Si hay algo que tiene en común el hombre millonario, con el pordiosero que vive en la calle, es LA MUERTE. No importa cuanto ames la vida, no importa cuanto te aferres a ella, no importa que tu plan medico sea espectacular, no tiene valides alguno que tengas un seguro de vida que cubra todo, sea como sea, vivas en la Dehesa, en Manhattan o en las riveras del Mapocho, si hay algo de lo cual el hombre tiene seguridad, es que MORIRA.

La muerte es un gran tema, es un tremendo misterio para muchos el asunto de la muerte, y por ende se han creado diversas teorías respecto de ese evento al cual todos llegaremos, unos la ven como algo terrible (la mayoría), otros como algo terrible, otros como un descanso, otros como un viaje a lo tenebroso, otros como el fin y el comienzo, a la vez, de algo nuevo, en fin, cada cultura tiene su propia opinión respecto de la muerte, y así también cada cultura ha dispuesto que es en vida cuando se define donde iras cuando mueras. En casi todas las culturas del mundo, existe lo que se conoce como el principio de retribución, todos piensan que en virtud de la cantidad de cosas “buenas” que uno haga en esta tierra, es como uno recibirá recompensa en la vida después de la muerte, y es justo esa manera de pensar la que nos hace ver la vida como una posibilidad de alcanzar la gloria al morir, ya que mientras yo más cosas buenas haga en esta vida, mejor será el recibimiento en los cielos, es una bonita motivación el pensar así, pero totalmente errada e incorrecta, ya que nadie puede ir al cielo por el merito propio.

La vida y la muerte deben mirarse con los ojos con los que Dios los mira, ya que es él quien mejor que nadie sabe cual es el principio y el fin de todas las cosas, y así como él es quien nos da la vida, él es también quien nos la quita cuando hemos cumplido la hora, y lo importante de todo esto, no es que yo haya hecho las cosas lo suficientemente bien para ganarme el cielo, sino que yo haya hecho lo que Dios quiso que yo hiciera, por que no es lo bueno lo que me llevara al cielo, sino lo correcto, y lo correcto es la perfecta voluntad de Dios.

Nadie quiere perder su vida, de cierto modo el hombre siempre intenta preservarla lo más que puede, a pesar que muchas veces la malgasta innecesariamente, pero jamás quiere perderla, y aunque el ser humano sabe que su vida algún se acabara, es esto mismo lo que lleva al hombre el querer ser lo suficientemente bueno (cuando se acuerda) para poder preservar la vida aún después de la muerte, en el cielo.

En definitiva, casi todo ser humano, a pesar de que no lo entiende, sabe muy dentro de su ser que esta vida terrenal es tan solo un paso a algo mucho más duradero y sublime, y por ello que cada cierto tiempo los humanos hacemos algo bueno por alguien con el fin de lograr preservar la vida aún más haya de la muerte, el hombre siempre busca trascender, y diga creer en Dios o no, siempre necesita al momento de morir, sentir la esperanza de que ira al cielo por haber sido un buen padre, una buena madre, un buen hijo, un buen amigo, en fin, habiendo sido lo suficientemente bueno, entonces Dios me aceptara en su cielo, piensa la mayoría de la gente. Pero, para desgracia de la mayoría de la gente, eso no es verdad.

Dios sabe que el hombre busca la vida aún después de la muerte, por que nadie quiere morir (excepto algún fanático religioso por hay), nadie piensa en la muerte como una buena posibilidad, y por ello que Dios mismo proveyó al hombre de una salida, él proveyó al hombre pecador de una puerta de salida después de la muerte, de un mediador que en vez de dejar al ser humano perecer para siempre en las tinieblas, le llevase a la VIDA ETERNA, Dios proveyó al hombre de un redentor que le diera la oportunidad de preservar ese bien tan preciado para él, LA VIDA.

Ahora bien, todos los seres humanos vemos la vida (lo creamos o no) como un pasadizo hacia algo más, hacia una vida mucho más sublime, y es por ello que la vida como la muerte no son tan importantes, como lo es el fin eterno, es por ello que el Apóstol Pablo entendiendo esta verdad escribió sea que vivamos o que muramos, del Señor somos. Por que no importa nada en este pasadizo que comienza con la vida y termina con la muerte, tanto como importa la eternidad. Con todo esto no quiero decir que la vida no tenga un valor en si, sino que la vida con todo el valor que tiene, no es tan relevante como lo es la vida eterna, y la única manera de obtener esa vida eterna, es entregándole toda esta vida terrenal a Cristo, para que el la invierta como mejor le parezca, y nos de cómo resultado una vida eternal junto a él, en el cielo.

La vida no tiene valor alguno sin Cristo, tu puedes vivir en esta tierra 100 años, tener todo lo que este mundo te puede ofrecer, disfrutar cada momento, cada segundo de tu estadía en esta tierra, puedes tener todo lo que un hombre puede desear para vivir, pero hagas lo que hagas, con todo y tus bienes y logros, morirás, por que el hombre esta condenado a morir por causa de su pecado.
Es por ello que lo importante no es el vivir ni el morir, sino que lo importante radica en a quien pertenecemos, de quien somos, allí radica la cuestión del asunto, si no vives para Cristo en esta tierra, cuando mueras (y morirás eso te lo aseguro) sería necio de nuestra parte el pensar que vivirás con él en el cielo ¿Por qué debería Dios llevarte al cielo, si estando en la tierra ni te acordaste de él?

Dios te dio la vida, te dio la salud, te dio un mundo para vivir, te alimento, te proveyó de lo necesario, incluso sin merecerlo, sin que nosotros se lo agradeciésemos siquiera, así y todo el siempre fue fiel, y ¿Qué hicimos con nuestras vidas? Pues, hicimos lo que nosotros quisimos, sin preguntarle a él su opinión, sin dejarle a él tomar nuestras decisiones, y luego de muertos le diremos ¡¡Señor, déjanos entrar en tu vida eterna!! ¿No será demasiado patudo de nuestra parte?

Es cierto que Dios nos creo con un libre albedrío, nosotros tenemos la posibilidad de “razonar” y escoger, que es lo mejor para nosotros, y sabiendo que Dios el creador es bueno, y más que bueno, es lo mejor, ¿Por qué nunca escogemos por él? ¿Por qué nunca le preguntamos a él cual sería la mejor decisión que pudiéramos tomar en esta vida?, sin embargo, el hombre que tiene un corazón egoísta por naturaleza, hace toda la vida las cosas mal, se embriaga en su libre albedrío, hace las cosas como a él le parecen mejor, y en vez de usar su libre disposición para elegir por hacer la voluntad de Dios, siempre escoge hacer su propia voluntad y complacerse así mismo, ¿Cómo podemos después pedirle a Dios que nos de la vida eterna?. Tu me dirás ¡¡Yo he sido un buen hombre, no he matado a nadie!! Pues déjame decirte que no se trata ser un asesino a destajo o no, se trata de que para entrar al Reino de los cielos, el hombre debe cumplir con el parámetro del cielo respecto de que es lo suficientemente bueno.
Quizás para ti, tu ya eres bueno por que no has matado a nadie, pero para Dios eso no es suficiente, si pecaste, aunque sea tan solo una vez en la vida, eres merecedor del infierno, tu me dirás ¿Qué es malo Dios, como a la primera me condena? Dios no te condena, es tu pecado el que te condena, y como Dios es Santo, no tiene ni un solo pecado, el ama al que peca, pero odia su pecado, la única manera de sacar esa mancha de pecado, es la sangre de Cristo, y desde esa perspectiva, Dios es bueno, por que a pesar de nuestro pecado, el nos ha provisto de una salida del camino que nos lleva a la muerte eterna, esa salida se llama Jesucristo.

El libre albedrío del cual el hombre tanto se jacta, es tan solo la herramienta con la cual el hombre debe escoger por la vida eterna, Dios no obliga a nadie a amarlo, es el hombre quien debe decidir amarlo por su propia voluntad, y cuando el hombre se decide por Dios, Jesús le dice ¡¡El que en mi cree, aunque este MUERTO, VIVIRA!!

En definitiva, no importa ni la vida ni la muerte, importa de quien somos, a quien le pertenecemos, si somos nuestros, nosotros debemos lograr llevarnos a nosotros mismos al cielo, y eso es imposible, necesitamos de alguien que limpie nuestro pecado, pero si pertenecemos a Cristo, el nos provee de su sangre que nos limpia de toda nuestra maldad.

La raza humana, en su mayoría le teme a la muerte y ama la vida, teme en perder este bien tan valioso por que ignora todo sobre la vida eterna, pero Dios nos muestra através de la Biblia, que existe vida después de la muerte, y que depende de nuestra decisión en vida, donde pasaremos nuestra eternidad, si con él en el cielo por haber escogido en vida servir a Dios, o sin él en el infierno por haber usado mal nuestro libre albedrío y nunca le pertenecimos a Dios, sino a nosotros mismos.

Ahora bien, si muchos ya le hemos entregado nuestra vida a Cristo, ¿Por qué aún tememos a la muerte? He escuchado relatos de cristianos que temen morir, que aman la vida como si fuera lo único que tienen, eso lo puedo comprender de alguien que no tiene esperanza, pero ¿Cómo comprenderlo de alguien que se supone tiene asegurada la vida eterna? Pues la única respuesta lógica es, QUE AÚN SE PERTENECE A SI MISMO.
La clave para lograr entrar al cielo es que le pertenezcamos a Cristo, no importa si vivimos o morimos, DEL SEÑOR SOMOS, no importa si un terremoto viene hoy y se derrumba mi casa sobre mi, del Señor soy, no importa si pierdo mi vida, la de mis hijos, la de mi esposa, la de mi madre, DEL SEÑOR SOMOS, no importa si pierdo todos mis bienes más preciados, DEL SEÑOR SON, en definitiva, ¿podemos hoy tener la certeza de que nosotros y todo lo que tenemos le pertenece solo a Cristo? Allí radica lo importante de la vida cristiana, no en la vida, no en la muerte, sino en a quien pertenecemos, si a Cristo o a nosotros mismos, y es a Cristo pues gocémonos por que tenemos vida eterna, si es tan solo a nosotros mismos, temamos y cuidemos nuestra vida en esta tierra, por que es la única miseria que tiene valor para nosotros.

Si no eres de Cristo, yo te insto a que medites hoy en esto y tomes pronto tu decisión de pertenecerle a él, y si eres de Cristo yo te insto a que lo demuestres, no tan solo a que lo digas, sino a que le des vida a tu fe, viviendo en santidad, dejando en alto el nombre de Cristo, exaltando su verdad y su pureza, de lo contrario, comprendo por que aún le temas a la muerte.

Dios te bendiga,

Profeta de Dios.